Monster Hunter: World halla su hábitat natural
El juego de caza de Capcom se muestra en todo su potencial
Aunque la saga Monster Hunter nació allá por el 2004 para la PlayStation 2, donde se ha labrado su gran reputación ha sido en las diferentes portátiles, pero este ecosistema ha acotado en gran medida su crecimiento como juego, proporcionando experiencias excesivamente parecidas.
Su desembarco en las consolas de última generación le ha dotado de una dimensión que le acerca a los triple A de dichas máquinas, con un inmenso mundo libre lleno de vida, ricamente recreado y con una IA que supera con creces a la mayoría de los juegos actuales.
Sin perder su filosofía. A pesar de los muchos cambios que Capcom ha introducido en
el título, su esencia permanece inalterable y es perfectamente reconocible para la legión de seguidores que posee. Básicamente sigue siendo un JRPG de caza de monstruos donde a medida que se progresa en la partida se incrementa la dificultad de la presa, un reto que debe ser superado mediante la mejora de armas y ayudas, pero que fundamentalmente exige al usuario el desarrollo de sus propias habilidades: conocer el terreno y las fortalezas y debilidades de cada presa son imprescindibles para terminar con éxito el juego, una tarea que en el mejor de los casos lleva unas 40 horas pero que si se opta por hacer todas las misiones secundarias y retos se va más allá del centenar.
Salto gráfico. Uno de los aspectos donde más se agradece el salto generacional es en el visual, los escenarios son amplios, creados en vertical y se pasa de unas zonas a otras sin tiempos de carga. Los efectos de luz están bien logrados y hay monstruos de todo tipo, cada uno con sus movimientos.