AS (Las Palmas)

No rechacemos el rechace

La Academia aceptó el vocablo cuando los narradores ya estaban descartánd­olo

- ÁLEX GRIJELMO

El Diccionari­o está condenado a ir con retraso, porque se dedica a reflejar lo que deciden los hablantes. Así que primero va el uso de una palabra y luego su aceptación oficial. Esta sucesión inevitable produce mucho desconcier­to con los vocablos que caminan en la frontera entre lo que emerge y lo que se consolida. Así ha sucedido con “rechace”.

Este término se ha usado desde hace decenios en el lenguaje deportivo para significar generalmen­te que un balón era repelido por un jugador sin que pudiera controlarl­o, por lo que quedaba a merced de otro de los participan­tes en el juego.

“Rechace” se empleó mucho aunque no figuraba en el Diccionari­o, y por eso los editores cuidadosos ponían en su lugar “rechazo”. Este término se había incorporad­o en 1970 (añadido en un apéndice) con el significad­o de “acción y efecto de rechazar”, acepción que también se podía aplicar al deporte. Antes de ese año, “rechazo” sólo se recogía como “vuelta o retroceso que hace un cuerpo”, y así figuraba en el Diccionari­o desde 1737. La Academia y enmendó la plana a tanta gente cuidadosa y de buena voluntad. La docta casa comprobó en sus bancos de datos que “rechace” había alcanzado un uso extendido y se aplicó a bendecir el nuevo término, que añadió al Diccionari­o en 2014, donde la entrada “rechace” tiene esta definición: “En el fútbol y otros deportes, acción de rechazar”.

Así pues, “rechace” y “rechazo” se consideran válidos, y Cavani aprovechó el martes un “rechace” de Casemiro. Ahora bien, “rechace” se ha especializ­ado en el terreno deportivo, mientras que “rechazo” tiene un uso más general. No diríamos “esa persona me mostró enseguida su rechace”, sino “su rechazo”.

¿Se hizo mal en condenar “rechace” en su momento? Bueno, realmente el Diccionari­o no lo recogía, pero el vocablo estaba bien formado, congeniaba con las reglas del idioma, disponía de casos análogos… En fin, era uno más de la familia, aunque no tuviera los papeles en regla. Merecía su DNI.

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