AS (Las Palmas)

El Villarreal derribó el muro

- JAVI MATA

Desde que se marchó Bakambu del Villarreal, hay una sensación de que este equipo ya no iba a meter ya más goles. Es verdad que se perdió una pieza vital y desequilib­rante, además de no reforzarse con jugadores de nivel que pudieran solventar esa baja desde el primer momento. Además, justo con esa salida del delantero congoleño, el equipo empezó a perder juego, frescura y llegada. Lo que era una sensación, empezó a ser una losa y un runrún repetitivo. El no tienen gol, no tienen gol, no tienen gol; ya era un mantra que no paraba de sonar. Así, el equipo fue mejor en Barcelona con el Espanyol, no fue peor que el Eibar y perdonó en el partido con el Alavés, lo que todavía alimentaba más la bestia. Es verdad que no se tiene una pegada descomunal, pero había llegado un momento en el que parecía que ya no vendrían más goles. Y eso es lo que se vio en el Estadio de Gran Canaria, un campo en el que los amarillos parecían chocar con un muro de hormigón que les tapaba la portería.

Da igual que llegaran con dos futbolista­s, con tres, mano a mano, o sin portero. La sensación es que los de Calleja no sabían que se debe rematar cuando ya se está en opción de hacerlo, algo que nadie parecía tener del todo claro. El equipo se había creído eso de que realmente no tiene gol, se le veía sin seguridad y huérfano de desparpajo. Ver a internacio­nales como Bacca, Sansone, Fornals, Soriano o Trigueros, asustarse ante la portería rival era desesperan­te. Al final fue el propio Bacca el que de un latigazo de desesperac­ión derribó el muro y abrió la puerta a la confianza. El Villarreal ha perdido gol y eso es innegable, pero también lo es que una cosa es perder gol y la otra tener miedo a meterlo.

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