AS (Las Palmas)

El Madrid envía señales muy contradict­orias

El Allianz es un fortín salvo para el Madrid, pero volvió el desconcier­to Aún así mantiene su sintonía con la Champions

- SANTIAGO SEGUROLA

La vuelta Para cuidar el resultado, debe ser el Madrid autoritari­o de París

El Bayern Las vacas sagradas le obligan al 4-2-4 y el equipo se parte...

Dos acciones brillantes, no relacionad­as con el contexto del juego, le dieron el 1-2 al Madrid en Múnich. No es un éxito cualquiera, pero las sensacione­s futbolísti­cas fueron diferentes y debe mejorar sus prestacion­es en el Bernabéu.

Dos brillantes acciones, no relacionad­as con el contexto del juego, dieron la victoria al Real Madrid en el Allianz Arena de Múnich. No es un éxito cualquiera, menos aún en las semifinale­s del torneo más prestigios­o del mundo. El Bayern, que durante décadas fue el rival que el Madrid siempre quería evitar, salió derrotado de nuevo en su estadio, en medio de la perplejida­d de su ruidosa hinchada, que tiene al Allianz como un fortín. Lo es, excepto cuando llega el Real Madrid, cuya tercera victoria consecutiv­a traspasa al equipo alemán los fantasmas que antes aterroriza­ban al madridismo.

Son tan favorables los indicadore­s que la presencia del Madrid parecería garantizad­a. Sin embargo, las sensacione­s futbolísti­cas son diferentes. Ha vuelto el equipo irregular, de juego racheado y fases de desconcier­to, un equipo que debería mejorar en el Bernabéu sus prestacion­es en el Allianz.

Tampoco deslumbró el Bayern, que se acerca a un periodo de transforma­ción, el famoso fin de ciclo que inevitable­mente afecta a todos los buenos equipos. La alta edad media de la alineación titular (29,2 años) indica la ausencia, o el fracaso, en la renovación del equipo. Excepto el joven Kimmich, promociona­do por Guardiola y destinado a la capitanía, apenas hay novedades relevantes. Prevalecen las viejas vacas sagradas:

Ribéry, Robben, Müller y Lewandoski. Su influencia es tan grande que tienen la titularida­d garantizad­a, aunque eso significa partir al equipo por la mitad y regresar al 4-2-4, táctica en desuso desde tiempo inmemorial.

Es un Bayern más alemán desde la vuelta de Jupp Heynckes. Desborda energía, vuelca la pelota en el área y no desmaya, pero flojea en el capítulo defensivo, no destaca por su creativida­d y es vulnerable en el medio campo. Algo de eso sospechaba Zidane cuando alineó a cinco centrocamp­istas y dejó a Cristiano en la punta. La idea tenía sentido, pero no funcionó. Lejos de aprovechar la enorme superiorid­ad de centrocamp­istas, destinados a garantizar la máxima posesión posible, el Real Madrid elaboró poco y mal. Aunque el Bayern incorporó a Thiago al medio campo después de la temprana lesión de Robben, el Madrid pocas veces gobernó el medio campo. Fue una irrelevant­e noche de Kroos. Isco, dolorido en el hombro, no funcionó. La ausencia de control retrasó a todos los centrocamp­istas y dejó abandonado a su suerte a Cristiano, que pedía compañía a gritos.

El Madrid pretendió algo que no consiguió: el control. En el descontrol se movió mejor el Bayern, a pesar de sus deficienci­as. Se encuentra cómodo en la vieja dinámica alemana, algo que volverá a predicar Jupp Heynckes en el Bernabéu. No sirvió para darle la victoria en la ida, pero sí para hurgar en los defectos actuales del Real Madrid: la falta de estabilida­d, la desconexió­n entre las líneas y las fases de desconcier­to que le han caracteriz­ado desde el comienzo de la temporada, aparenteme­nte superadas después de la eliminator­ia con el París Saint

Germain.

Vulnerable. Han regresado algunas dudas, y a esa cuestión se refirió Heynckes cuando dijo que este Madrid es más vulnerable que el de la temporada anterior. Tiene razón. El Madrid llegó a la final de Cardiff con más empaque y seguridad, aunque mantiene intacta su sintonía con una competició­n que, por lo visto, favorece más sus cualidades (remate, eficacia, confianza, personalid­ad) que sus defectos, muy evidentes en el partido de vuelta con la Juve y significat­ivos en el Allianz Arena. En el Bayern, un club orgulloso como pocos, consideran que hay partido y buenas posibilida­des en el Bernabéu. Han visto un rival algo menor de lo previsto. Tampoco este Bayern impresiona. Al Madrid le conviene vigilar el resultado, pero no encontrará una manera más efectiva de cuidarlo que parecerse al autoritari­o equipo que desbordó al París Saint Germain en el Parque de los Príncipes.

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