Un rebote de tres puntos
Un gol de fortuna de Costa permite a España encabezar el grupo Partido pelmazo en el primer tiempo La Roja se durmió y acabó pidiendo la hora
Se hace camino al andar en un Mundial y de ello pretende autoconvencerse España, que acabó ganando un partido que fueron dos. El primero resultó un pelmazo insoportable, un asalto frustrado al furgón blindado de Irán. El segundo, un tiroteo impensable y peligroso. A los iraníes los mató la bala perdida de un rebote en Diego Costa. Y a España le salvó la buena vista de un asistente, que anuló un gol a Ezatolahi, y la falta de puntería de Taremi. El último gesto de la Selección fue el de pedir la hora. El resultado y el liderato (por juego limpio) no revocaron la preocupación.
Desde que España adquirió la condición de gran potencia, hace ya una década, abundan partidos así, aunque no en una versión tan extrema. Irán llegó con tres puntos a la cita y se dispuso a escuchar con atención el monólogo, levantando una doble alambrada en el borde de su área, dándole la espalda al balón y al campo hispano, ignorando a De Gea. Quedó un partido de balonmano, reducido a veinte metros, con Diego Costa emparedado y condenado al aburrimiento, y una España moviéndose como un péndulo en las inmediaciones de aquella barrera esperando una flaqueza casi imposible. Cierto es que faltó fluidez en el tráfico y un punto de velocidad para fomentar el desorden ajeno, pero cualquiera que hubiese pasado por allí habría caído en una profunda desesperación.
Irán no quiere ser amena, sino histórica, y la radical austeridad de su juego se convierte en una enorme molestia. Para sacar a la selección de Queiroz de la madriguera, Hierro dobló la banda derecha con Carvajal y Lucas Vázquez. Ese flanco tuvo poca significación en el partido contra Portugal y el seleccionador buscó equilibrar la balanza. También retrasó a Silva e Iniesta para facilitar las maniobras de infiltración por dentro. Incluso Ramos se ofreció como medio centro para aumentar el peso en la creación. E hizo de Isco un jugador recurrente, por apelar a la vía del ingenio. Nada resultó de salida.
Todo cemento le pareció poco a Queiroz. Dejó en el banquillo a Masoud, su jugador con mejor pie, y