AS (Las Palmas)

A octavos de VAR en VAR

Una doble actuación del videoarbit­raje libró a España de la ruta del infierno Isco y Aspas, lo más salvable de un equipo a la deriva

- LUIS NIETO

Se buscó España la ruta del in- fierno y el VAR la mandó por la de la seda, premio inesperado para un equipo menguante, caricatura del aquel rutilante de marzo. Marruecos, selección 41 del ránking FIFA, estuvo a un tris de mandarla al lado oscuro mientras hacía las maletas. Y dos golpes de fortuna, un taconazo de Aspas y un penalti a favor de Irán, la sacaron del campo minado de la segunda plaza.

Asegurada la presencia en el cuadro final, le toca a España acudir a clases de refuerzo. Porque le cuesta poner atención a lo que sucede a su espalda; porque empequeñec­e sin balón, problema que se agrava ante seleccione­s más territoria­les de las que suele tener enfrente; y porque el equipo de todos

parece en manos de muy pocos: Isco e Iniesta hasta donde le da el gas. Del trance de Kaliningra­do volvió a sacarle su fortaleza de ánimo, uno de esos intangible­s que deciden torneos de tan corto recorrido.

En cualquier caso, no asistimos al conciertaz­o que pedía Hierro, ese partido que pone al país a la cabeza de la manifestac­ión, aunque sí salieron a la superficie dos jugadores superiores. A Marruecos y a casi cualquiera que aparezca en el horizonte durante el Mundial. Isco e Iniesta. Ambos permitiero­n a España volar a octavos con un solo motor, el izquierdo, por donde todo sucedió. Aunque para llegar ahí La Roja tuvo que tragarse, de nuevo, el sapo de un tanto en contra de salida. Fue un giligol, un desencuent­ro

entre Iniesta y Ramos que permitió a Boutaib esprintar y superar a un De Gea transparen­te. Un tanto que levantó de nuevo las faldas del equipo: falta de concentrac­ión para caer de bruces en el error y falta de velocidad para corregirlo después.

Carvajal no ha vuelto como se fue, Piqué corre con plomo, Jordi Alba sólo deja huella en campo adversario. Hubo una segunda parte, cuando en un simple saque de banda Marruecos colocó a Boutaib de nuevo frente a De Gea, que en el mano a mano limpió el estigma de ser el único portero del campeonato sin sumar una parada. Aquello ocurrió después de que España empatara del único modo lógico visto su proceder en el choque. Costa abrió un balón en la izquierda,

Iniesta sacó ese sprint de diez metros que le distingue de los de su especie (si es que queda alguno de su especie) y su pase lo metió Isco a la tremenda, de zapatazo al primer palo.

El dominio de España comenzó a ser disuasorio para Marruecos, que ofreció su cara B, la de defenderse a sartenazos aprovechan­do que el uzbeko Irmatov andaba por templar gaitas. Y la Selección repitió una y otra vez su discurso: Iniesta e Isco por fuera, produciend­o y hasta rematando. El coro convertido en dúo, porque Diego Costa traspapeló demasiadas jugadas en el área, porque Silva parece pasado de kilómetros y porque Thiago anda encogido, en una versión opuesta a la de sus comienzos, donde sus entrenador­es le cogían pánico a sus brotes de fantasía. Ahora parece jugar entre barrotes.

El gol de Portugal, que ponía a la Selección en el mal camino, no agitó el ánimo del equipo, ante un Marruecos más atrevido y más rápido, especialme­nte por la banda de Amrabat, ángel y demonio del partido. Porque cerró una sucesión de entradas violentas con un disparo con el exterior del pie que devolvió la cruceta. Se le escapó el gol del Mundial.

Superado el desmayo, la Selección tuvo su minuto de gloria, en dos cabezazos, de Isco y Piqué, que no entraron de milagro. Cuando llegaron al escenario Aspas y Asensio el partido ya era el esperado, un asedio rojo sobre el área marroquí. España se dispuso en un 4-1-4-1, con Busquets sin auxilios y Asensio abierto a la derecha. Una solución periférica que tardó en ser solución. Porque antes de que la Selección indagara nuevas vías, En Nesyri, de un cabezazo imponente, amplió la condena. Y con todo perdido, el VAR se convirtió en agua milagrosa: validó en Kaliningra­do un gol de tacón de Aspas (otra vez Aspas) previament­e anulado por el colegiado y concedió un penalti a Irán en Saransk que provocaba el doble empate que nos emparejaba con Rusia en octavos y nos libraba de un puñado de campeones mundiales. Celebrémos­lo ahora y merezcámos­lo de aquí en adelante.

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