AS (Las Palmas)

Los Mediterrán­eos aún no seducen a Tarragona

En el balonmano no se pasa de la cincuenten­a de aficionado­s

- ALBERTO MARTÍNEZ

La ruta de la mañana nos lleva al balonmano, Argelia e Italia se miden a las 10:00 en el Palacio de Deportes. Apenas 30 aficionado­s (se puede hacer el ejercicio de contarlos) observan el encuentro desde las gradas. A las 11:30, el jugador de bádminton Pablo Abián compite por un puesto en la final en la localidad de El Morell, con un cuarto de la pequeña grada repleta de, principalm­ente, miembros de la delegación española y familiares. Ocurre lo mismo a las 12:30 en el Pabellón Olímpico de Reus, donde la gimnasia artística afronta una final individual en petit comité. A las 16:00, en el Tarraco Arena del centro de la ciudad, el voleibol sigue con su competició­n con la mayoría de asientos libres. Los Juegos Mediterrán­eos aún no seducen a Tarragona.

El alcalde, Josep Félix Ballestero­s, reconoce que “en las sedes con deportes minoritari­os se están haciendo esfuerzos para la promoción y que acuda más gente”. Mientras tanto, el presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, quita hierro. “La dinámica de los Juegos es así. Hay deportes que llaman más y otros, menos. En la piscina hay gente, pero en espacios cerrados hay déficit. Sigue la línea de los JJ MM y debemos estar contentos. No veo una bajada de público. A medida que avance el campeonato, habrá más gente”, comentó.

Lo cierto es que deportes como el fútbol tampoco han podido arrastrar afluencia. La organizaci­ón está convencida de que con el paso de los días la tendencia cambiará, y descartan también regalar entradas. Ponen como ejemplo disciplina­s como la natación, el triatlón o el esquí náutico, con el reclamo de Mireia Belmonte y al aire libre, donde sí que ha habido más espectador­es.

La ceremonia de inauguraci­ón, en la que se vendieron 6.700 entradas de los 14.000 asientos (había 7.000 entradas para comités olímpicos, voluntario­s y deportista­s que se ausentaron), fue un mal presagio. Hay dos condiciona­ntes más: el conflicto institucio­nal-político y los escasos aficionado­s que han viajado desde cada país. Un cóctel que, de momento, está restando atractivo a las notables instalacio­nes.

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ESTADIOS DESÉRTICOS. La gimnasia, el voleibol o el balonmano, deportes que se celebran cada día, apenas congregan aficionado­s en los Juegos Mediterrán­eos de Tarragona.
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