Jugar a lo que uno quiere

De tanta pasión como despiertan, los 90 minutos que dura un partido de fútbol pareciera que duraran toda una vida. Deporte de extremos, nos va el alma en ellos. Además, ocurre que pocas actividades concentran semejantes niveles de extremismos en uno u otro sentido, nada importa la dirección que se tome, todas y todos creyéndose poseedores de la verdad absoluta, que si la hay es solo una y además inevitablemente marcada por los goles. Pero tan cierto como eso es que cada equipo, con su entrenador al mando, es libre de elegir su modelo. Se trata de saber qué te interesa más con los futbolistas que tienes. Importa tanto la palabra como su ejecución. Lo que se llama tener un plan de juego. Pese a que todavía estamos en el manso agosto, parece que el de Las Palmas comienza a estar claro.

Por ser, es Manolo Jiménez un entrenador práctico. No es que rehuya el fútbol de toque ni tampoco es que desprecie la posesión del balón, tan mentiroso como puede llegar ser su porcentaje. Si algo tiene claro esta Unión Deportiva es que, y perdonen la expresión, “tonterías las justas”. Si hay que pegar un pelotazo, ¿cuál es el problema? Tampoco lo hay en sentirte seguro al contragolpe con el marcador a favor. En una categoría donde la practicidad debe ser ley, donde el fútbol ‘vistoso’ no lo es tanto, debe primar la efectividad arriba y la solvencia atrás. Nos puede gustar más o menos, pero es un estilo tan válido como cualquiera. Tampoco es que Las Palmas jugara mal. Ni tampoco bien. Intentó jugar a lo que quiere. Y viniendo del páramo infernal que supuso el curso pasado, ya es mucho.