AS (Las Palmas)

Dos partidos y dos murallas

Courtois paró al Atlético en la primera parte y Oblak le sostuvo en la segunda ● Penalti no pitado a Koke ● Se rompió Bale, brilló Ceballos y debutó Vinicius

- LUIS NIETO

Sin Ceballos fue mejor el Atlético y mucho peor cuando llegó él en un derbi estupendo, intenso e igualado aunque poco asomado a las áreas. Y cuando la cosa llegó hasta allí, Courtois y Oblak estuvieron a la altura de sus hojas de servicios. En la contienda perdió el Madrid a Bale y debutó Vinicius, cuando Lopetegui entendió que el partido podía ganarlo por arte de magia. Y se marchó Simeone, por sexta vez consecutiv­a, sin perder un partido de Liga en el Bernabéu.

Reinterpre­tando la idea que Borges tenía de la literatura, Menotti nos explicó que el fútbol es orden y aventura. Simeone, que pide a su grupo que se ponga la boina verde hasta para comprar el pan, ya trajo lo primero hace seis años, pero le cuesta lo segundo. El Atlético sigue siendo paradigma de la resistenci­a: a la adversidad, al desánimo, a las críticas y al Madrid. Ahora tiene a Rodrigo y Lemar, grandes refuerzos, pero no acaba de dar el paso.

Y eso que fue estupenda su puesta en escena en la primera mitad, encadenand­o plan tras plan. El primero fue buscar un gol tempranero, tesoro que nadie como él sabe guardar. Cuando no salió, no se dejó impresiona­r por la fase de abrumadora posesión del Madrid. Y, por último, procuró construir la esperanza propia desde la desesperac­ión ajena.

El Madrid, hasta que llegó Ceballos, aun sin la palidez de Sevilla, dio la impresión de un equipo encogido, desbaratad­o a ratos, planísimo en el centro del campo, desabastec­ido por Modric y con una sola banda, la de Carvajal. Con Nacho, se evitó sustos y se perdió llegadas. Las gallinas que entran por las que salen. Y arriba Benzema no anduvo en zona de combate y Asensio bajó y subió sin acabar nada.

Así que para el Atlético fueron la testostero­na y las mejores ocasiones de la primera parte. Y para Courtois, las medallas al mérito. Porque el belga les sacó dos mano a mano a Griezmann y Diego Costa, que jugaron a una velocidad superior en esa fase a la de los centrales del Madrid. También hubo un penalti, por mano de Casemiro, intercepta­ndo un centro de Koke, que no vio Martínez Munuera y en el que se lavó las manos el VAR. Se escapó por la gatera de lo interpreta­ble. Para entonces el Bernabéu andaba con la escopeta cargada, porque

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