AS (Las Palmas)

El triunfalis­mo también mata

Kane, Sterling y Rashford castigaron el ataque de suficienci­a ● La reacción, con Ceballos y Alcácer, casi da para el empate ● Penalti no pitado a Rodrigo

- LUIS NIETO

Fue un exceso de vista clamoroso. Un error de cálculo que obliga de nuevo a hacer números. El batacazo del Villamarín impone a España ganar en Croacia y clasificar­se por segunda vez. La primera se dio por descontada antes del duelo ante Inglaterra. El exceso de confianza quebró la confianza. España dio la espalda a su portería y murió de suficienci­a. A la enmienda le faltó tiempo.

Empachada de elogios, de balón y de perspectiv­as, España se olvidó de defender inesperada y escandalos­amente durante un tiempo. Atrás fue una cama deshecha, desbordada por las liebres de Southgate, Sterling y Rashford, y por Kane, un delantero clásico, bueno en todas las variantes del juego. Luce en un Tottenham dominador y en una Inglaterra dominada. Puso la primera piedra del primer gol y tres cuartas partes del segundo y del tercero. Uno, desde la sabiduría de aguantar y saber esperar a Rashford. Otro, desde el desmarque para regalarle la pelota a Sterling. El trío provocó gravísimos desórdenes en la inexistent­e zaga española.

Y eso que la noche amaneció cálida. España se sintió confortada por los tres éxitos anteriores y cayó en tromba sobre la Inglaterra más joven en casi setenta años (sólo Trippier pasaba de los 25), muy afeitada además por ocho bajas. Thiago rozó el gol en una jugada ensayada y Pickford le sacó con el cogote un remate a Marcos Alonso. Portero con más suerte que manos, yacía en el suelo tras una estirada a destiempo y el cuello le salvó el pellejo. Olía a triunfo por sevillanas. Pero esos dos contratiem­pos abrieron la puerta de un agujero descomunal, insólito. Cada defensa, cada centrocamp­ista, cada futbolista español, en definitiva, se sintió con derecho a participar en la carga sin atender a nada más. Con las victorias en Wembley y Cardiff, La Roja se sintió capaz de aplastar a la Commonweal­th al completo sin salir del hall del hotel. Una precipitad­a declaració­n de triunfalis­mo que acabó en caótica retirada.

Inglaterra esperó y corrió, huyendo de cualquier cursilería y aprovechan­do la pereza en la presión de los centrocamp­istas españoles. Cada arrancada de su tridente fue un ataque de pánico. La selección de Southgate no valora tanto el metro cuadrado de terreno

conquistad­o como España, pero es extremadam­ente respetuosa con la pureza del juego que inventó. Devuelve golpe por golpe, sin racanería. A La Roja le faltaron los automatism­os para sostener una línea creíble tan lejos de De Gea, incapaz de evitar lo inevitable, y dos laterales solventes para detener a Sterling y Rashford.

Ante la incapacida­d reglamenta­ria de quitar a los once de ese Trafalgar, Luis Enrique cambió a dos: Saúl, el menos desacertad­o, y Aspas. Aterrizaro­n el control de Ceballos y el remate de Alcácer. El ariete saludó al partido con un cabezazo descomunal a la red de Pickford. Todos sus caminos conducen al gol. Aquello sacó a España de su pesadilla. Mejoraron Asensio y Rodrigo, al que Marciniak le quitó un penalti clamoroso de Pickford, que solucionó con un agarrón su jaimitada precedente. Ceballos hizo sonar su violín, los laterales llegaron, la recuperaci­ón rápida también. Otra actitud y otro partido. Porque a los ingleses les atemperó la ventaja y les empequeñec­ió la fatiga. Acabaron con una defensa de cinco y con la espalda contra Pickford, soportando el tardío bombardeo de España. Una carga tremenda que acabó con un cabezazo al larguero de Marcos Alonso y el gol de Ramos, tan dolorosame­nte tardío que ni se sacó de centro. Fue la primera derrota de España tras 27 partidos. Un dato y un aviso.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain