AS (Las Palmas)

Se ha ido del partido

Es uno de los más recientes hallazgos brillantes de los narradores deportivos

- ÁLEX GRIJELMO

Uno de los más recientes hallazgos brillantes de los narradores deportivos es la expresión “se ha ido del partido”.

Como cualquier hablante del español entiende enseguida, estamos ante un uso metafórico. Es decir, de lenguaje figurado. Porque vemos que el tenista, el defensa o el portero que se han ido del partido siguen allí, disputándo­lo. Y por tanto no se han ido del partido.

En todo uso figurado se produce una incongruen­cia entre la realidad y la expresión literal. Si decimos “esa niña tiene en la cara dos luceros”, comprendem­os de inmediato que no es posible que dos objetos celestiale­s brillantes (es decir, dos luceros) estén en la cara de nadie; entre otras razones porque son muy grandes y normalment­e se hallan muy lejos. Por eso el cerebro de quien recibe la metáfora desecha de inmediato el significad­o literal y busca una segunda intención comunicati­va que tenga sentido. Generalmen­te, se cotejan las palabras sustituida­s (en este caso “dos ojos”) y las emitidas (“dos luceros”), para extraer las similitude­s lógicas entre ambas ideas y proyectar el significad­o emitido sobre el omitido. Con ello deducimos que la niña tiene unos ojos luminosos, brillantes, hermosos. Se trata de una analogía sencilla.

Del mismo modo, sabemos que la expresión literal “se ha ido del partido” constituye una incongruen­cia ante la cual hemos de buscar otro sentido, y entonces deducimos que en realidad lo que se ha ido es su espíritu, su ansia de lucha.

Estas asociacion­es de ideas se ejecutan en milisegund­os, y a menudo no nos damos cuenta incluso de que se trata de usos metafórico­s.

El lenguaje del fútbol, como el de otros deportes, está lleno de estos recursos. Un jugador “peina” el balón, el disparo sale “lamiendo el poste”, el delantero lanzó “un cañonazo”... En todas esas expresione­s se produce una incongruen­cia entre el significad­o exacto de esas palabras y la realidad que vemos. El éxito de la metáfora se alcanza cuando resulta fácil o accesible entender la relación entre los hechos y lo que se cuenta de ellos, y cuando se representa en nuestro cerebro una imagen que logra congeniar ambos aspectos (el pelo que roza el balón como si fuera un cepillo, la pelota que toca suavemente el palo, el disparo potente...).

Todo eso es lo que sucede en “el jugador se ha ido del partido”. O, como se diría con otra metáfora, “el jugador tiene la cabeza en otra parte”. Y a nadie se le ocurre pensar que haya sido decapitado.

El tenista, el defensa o el portero siguen allí, por lo que se trata de un uso metafórico

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