AS (Las Palmas)

Bottas y Hamilton se bañaron en champán con Charles. Sainz se retiró

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La locura ferrarista, la religión tifosi, tiene en Leclerc a su nuevo dios. El genio monegasco ganó en Monza, nueve años después del triunfo de Alonso y, por encima de todo, devolvió el orgullo a la grada del Autódromo con una carrera dura, al límite frente a Hamilton. Desde la salida persiguió el pentacampe­ón a la nueva estrella, le acosó durante 40 vueltas, intento de undercut incluido, presionó por todas las vías y sacó el cuchillo cada vez que se aproximaro­n a la primera variante. Pero Leclerc supo jugar

sucio dentro del reglamento. Mandó al césped a Lewis en el intento más serio y recuperó el control de su SF90 tras bloquear en una frenada para acortar la chicane sin ser penalizado.

Vio una bandera blanca y negra de advertenci­a y sus ingenieros le pidieron que no cambiase de dirección en las frenadas... antes no corría así. Aprende rápido.

Desquició a Hamilton, vuelta a vuelta, hasta que el británico cometió un error y fue adelantado por Bottas. En ese nuevo orden terminaron el

GP de Italia, porque el finlandés no fue ni media amenaza para Leclerc. Un vencedor, una comparsa, un vencido… y un piloto tocado y hundido:

Vettel. La lio parda Seb al poco de comenzar la carrera, y eso que supo recuperar la posición con Ricciardo al poco de perderla. Perseguía a los Mercedes e hizo un trompo en la Curva 8. Lo peor fue que se llevó puesto a Stroll cuando intentó volver a la pista y fue penalizado con un stop and go. La grada, mientras tanto, miró a otro lado. Uno fuera de los puntos, el otro haciendo historia.

Lástima que Sainz no pudiera aprovechar­se de todos esos errores. El madrileño marchaba sexto tras los Renault, grandes dominadore­s de la zona media en Italia. Había dejado seco a Albon con un adelantami­ento magistral en la Curva 3, contenía al Red Bull por detrás, pero cuando entró al garaje a cambiar neumáticos salió con una rueda suelta, la delantera derecha. El equipo no la apretó bien y tuvo que aparcar el McLaren al final del pit lane.

Segundo abandono consecutiv­o, malas sensacione­s tras el parón. Ricciardo y Hulkenberg acabaron con un cuarto y quinto, respectiva­mente, que pocos se hubieran creído de Renault hace unos meses. El australian­o no anduvo tan lejos del podio. El tailandés, Pérez, Verstappen, Giovinazzi y Norris cerraron los puntos. Pero eso al público le importó muy poco: estalló Monza de alegría por primera vez en nueve años. La legendaria invasión de pista, que continuó mientras se escribían estas líneas, tiñe de rojo desde la recta hasta el cielo. Suena el himno de Mónaco, suena el himno de Italia. Orgullo tifosi, orgullo Ferrari.

Podio

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