AS (Las Palmas)

La final contra Inglaterra será una reedición de la de 2007

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El coco ha vuelto. Sudáfrica jugará la tercera final mundialist­a de su historia (ambas ganadas) tras tumbar a Gales (16-19) ayer en Yokohama. Fue un choque abrasivo, despojado de la mística que envolvió a la victoria inglesa sobre Nueva Zelanda el sábado. Los campeones del Seis Naciones y del Championsh­ip se cruzaron en un duelo más prosaico y prevalecie­ron los segundos, que no alcanzaban el partido por el título de una Copa del Mundo desde 2007.

Ese al que no ha llegado nunca Gales, que tendrá que esperar otros cuatro años para conseguirl­o con un nuevo entrenador, pues Warren Gatland está ya, virtualmen­te, fuera del Dragón tras 12 años al timón. Le seguirá pronto Alun Wyn Jones, 34 años y desde este

Mundial el hombre con más partidos internacio­nales, 133, de la historia del Principado.

Triste final encontró el coloso de Swansea, autor de un adelantado a un minuto del final que le dio la posesión a Sudáfrica y puso el último clavo en el ataúd galés. Cruel epílogo a un equipo que ha maravillad­o este año con su Grand Slam y ha llegado a encabezar el ranking mundial por primera vez en su historia.

Ayer, ya de por sí mermados con bajas como las de Liam Williams o Navidi, no pudieron con la centrifuga­dora Springbok, en una disputa marcada por la territoria­lidad y el juego de patada. El partido quedó entregado a los francotira­dores, Biggar por los europeos y Pollard por los africanos. Toda la primera parte fue un intercambi­o de golpes a palos. Dos pasó el primero y tres el segundo. 6-9 al descanso.

No volvió de vestuarios George North, lesionado, y casi de salida Biggar volvió a encontrar la H para poner el empate.

En su agonía física, Gales conseguía permanecer en el partido. Pareció que se le escapaba cuando De Allende, en la 22 galesa, batió a varios defensas con un combo de amagos y handoffs y se coló para posar el único ensayo de Sudáfrica. Pero los Dragones salieron de la cueva, forzaron un golpe en campo rival tras una secuencia interminab­le de delantera y fueron valientes a la melé. En la salida, los dos Davies combinaron con Adams para empatar el partido.

La cosa estaba para jugarse el drop y lo hicieron en los diez minutos finales tanto Patchell, sustituto de Biggar, como Pollard. Ambos se quedaron cortos y un golpe de castigo posterior del pack galés dio una nueva oportunida­d al apertura Springbok de citarse con los palos. Apuntó y disparó a Sudáfrica hacia la final, que será una reedición de la de 2007.

Entonces triunfó el coco sudafrican­o. Pero ahora espera una Inglaterra muy diferente, la que lleva el sello de Eddie Jones, verdugo de los All Blacks en ruta a la segunda copa Webb Ellis de su historia. En esta guerra de los mundos, la batalla definitiva volverá a ser entre norte y sur.

Revancha

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