AS (Las Palmas)

La ambición suspendida

- DESDE LA TELE JUAN CRUZ

El partido suspendido en octubre terminó anoche como había comenzado: a cero. Un resultado gélido para un juego que en el caso del Madrid fue caliente y en el caso del Barça fue casi siempre calentado al baño María.

Emoción.

Fútbol de emoción juvenil en el Real Madrid

de la primera parte, y reacción avergonzad­a del Barcelona más triste en una segunda parte en la que pudo pasar de todo y, de nuevo, no pasó nada. Destinados al empate, hubo momentos en que parecía milagroso que el Barça

no encajara ningún gol. Y cuando el Barça pudo marcar ni los mejores hicieron honor a sus títulos. Un fallo de Leo Messi, garrafal, retrató el peor momento del poco inspirado rosarino.

Nervios.

El Barça acudió con los nervios a flor de piel y el Real Madrid lo vistió de triste. Ni Leo Messi fue capaz de organizar su cabeza. A pesar de la rocosa delantera madridista las cosas quedaron en tablas. No fue que los azulgrana defendiera­n bien; es que el Madrid no acertó. La defensa del Barça, en realidad, era como esas de futbolín. En un periodo del partido don Luis Suárez dijo en Carrusel que el equipo azulgrana jugaba a empatar. En algún momento el Real Madrid jugó a ganar, y en efecto el Barça sólo jugó a empatar. Pero en los minutos finales los dos campeones de LaLiga buscaron al unísono la igualada.

Fati y Modric.

En ese espacio de aburrimien­to común entraron al campo dos que no debieron haber faltado al inicio: Ansu Fati y Luka Modric. Con estos dos jugadores ingresó una energía genuina, y el partido se movió por los cauces de la alegría que debe tener un encuentro de esta clase, que hasta entonces parecía una enérgica sesión larga de ping pong. Fati movió el balón como si lo hiciera bailar y Modric besó el campo con su inteligenc­ia de medio volante que sabe que bailar no está reñido con jugar.

Pero esa ambición con la que ingresaron se fundió en seguida, porque ya estaba el partido liquidado y el marcador inmóvil certificab­a el Cero que merecía el Barcelona. El Real Madrid mereció ganar, pero esta es una opinión que el fútbol no eleva al marcador.

La ducha blanca.

En algún momento de la primera parte el Real Madrid arrojó sobre el Barcelona una ducha blanca. Parecía mentira que el equipo azulgrana se levantara de tamaña avalancha. El acierto que no acompañó al Real Madrid hubiera devastado a una defensa a la que, esta vez tampoco, Ter Stegen no le ofreció la misma garantía que antaño. El más flagrante fallo de Leo Messi añadió sal a la herida de la inoperanci­a de una delantera que no acudió a robar nada. Pero, si es que esto se puede decir, al Real Madrid le pareció excesivo aprovechar las numerosas ocasiones que tuvo durante el partido. Aun así, en cualquier momento el azar que maneja Messi pudo haber desbaratad­o esa ducha que dejó con la piel tiritando a los aficionado­s del conjunto culé.

El Clásico propiament­e dicho.

Lo vi con un joven aficionado madridista, que estaba de acuerdo con Romero y con Flaquer: en cualquier momento esto se desequilib­ra. Pero la evidencia no acompañó al resultado. Al fin y al cabo, era un Clásico. Y aunque desde el graderío y sus afueras (sobre todo, desde las afueras del fútbol) se intentó aguar con saña, lo que ocurrió no ensombreci­ó el fútbol en tan alta ocasión deportiva. Esas pelotas amarillas que asomaron al césped parecieron una ridícula intromisió­n en un juego que era de otros que acuden a la cancha a disputar con balones de reglamento.

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Los jugadores del Real Madrid saludan al equipo arbitral antes del inicio del encuentro disputado anoche en el Camp Nou contra el Barcelona.
 ??  ?? Leo Messi se lamenta en un momento del partido ante el Real Madrid.
Leo Messi se lamenta en un momento del partido ante el Real Madrid.
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