AS (Las Palmas)

Volantazo triunfal

Cambió dos centrocamp­istas por dos extremos y acabó con la superiorid­ad inicial del Atlético

- LUIS NIETO

Quiso y no tuvo Simeone a Cavani y el derbi justificó su empeño. El Atlético se encontró el partido en la palma de la mano un tiempo, en medio del centrocuen­tismo del Madrid, pero golpeó al aire. Luego Zidane le quitó grasa al equipo con Lucas Vázquez y Vinicius y cambió el viento. El derbi sacó a los rojiblanco­s de la Liga y llenó de galones a Valverde, el hallazgo del siglo.

La lesión de Hazard, la evaporació­n de Jovic, la regresión de Rodrygo, el poco convencimi­ento con Vinicius y el Brexit mental y clínico de Bale, cuyo caso competería a la Organizaci­ón Mundial de la Salud cuando le deje tiempo el coronaviru­s, han llevado a Zidane ocasionalm­ente a un Madrid de cinco centrocamp­istas, modelo asociativo que inauguró con éxito de crítica y público en la Supercopa, pero que no vale para todos los días ni todos los partidos. Insistió infructuos­amente ante un Atlético desmochado por las bajas (la última, de Herrera, casi a las puertas del Bernabéu) y rectificó a tiempo cargando la suerte en los extremos. Lucas y Vinicius formaron el equipo de rescate.

Al otro lado, Simeone juntó a Vitolo, Correa y Morata, tres futbolista­s especialme­nte útiles en esa estrategia tan atlética de armarse de paciencia y penalizar la pérdida del rival, la biblia del cholismo: a esto gana quien menos se equivoca.

El cruce de modelos ofreció de salida el resultado esperado: una indigestió­n de pelota del Madrid sin grandes progresos y una propuesta creciente del Atlético, que fue saliendo de su encierro a lomos de Morata y su capacidad pulmonar. El plan del Madrid dejó dos mediapunta­s, Isco y Modric, que no pasan por pistoleros, y delante de ellos un Benzema encerrado entre aquellos barrotes rojiblanco­s. Sus dos primeras ocasiones tuvieron que ver más con la estrategia que con la creación. Culminaron de la misma manera, con envío de Kroos, el centrocamp­ista de la mira telescópic­a, y remates mordidos de Sergio Ramos, al que no hace falta insistirle para que vaya a la carga.

La buena organizaci­ón fortaleció al Atlético. Primero, para no sufrir. Después, para meterle miedo a ese Madrid sin sal. Fue toda una escalada: comenzó con un tiro de Vitolo demasiado centrado y siguió con otro intenciona­do de Saúl y uno más de Correa, sin demasiado ángulo, al palo. También reclamó un penalti de Casemiro a Morata en lo que pareció más un forcejeo que un derribo. La posición de Valverde, muy pegado a la banda para darle la tarde a Lodi, desabrigab­a mucho al Madrid en el repliegue. Y cuando el uruguayo se alargaba por su banda, nadie le seguía la corriente. También perdía el equipo de Zidane la pelea de las disputas. En eso el Atlético tiene más tradición y entrenamie­nto.

El paso de los minutos fue haciendo largo y espeso al Madrid y sólido y atrevido al Atlético, con

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Benzema celebra el gol con la grada mientras sus compañeros felicitan a Vinicius, que había iniciado la jugada con un pase magnífico a Mendy.
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