AS (Las Palmas)

Cura el desconcier­to

La Real Sociedad dio una lección de contragolp­e ● Vinicius fue el motor de la fe del Madrid, que estuvo al borde del milagro

- REPORTAJE GRÁFICO EDUARDO CANDEL, JOAQUÍN CORCHERO, CHEMA DÍAZ Y JAVIER GANDUL

la corriente, con fútbol contenido y a la espera del error ajeno. Lo encontró pronto, mediada la primera parte. Areola se equivocó dos veces, primero al rechazar mal un tiro lejano de Isak y después al tragarse el remate raso y centrado de Odegaard, que andaba al rebote. La pelota pasó entre sus piernas, gesto que siempre desaira a un portero. El noruego cumplió a rajatabla el código de buena conducta del cedido y no lo celebró. Presiente cercana su vuelta.

A partir del gol volvió la Copa, con un Madrid más activo, a lomos de Vinicius, figura imprescind­ible. No hay futbolista más profundo en la plantilla. Repitió una y otra vez sin que nadie acompañara sus llegadas. Valverde, Ramos y Marcelo también estuvieron cerca del gol. A cambio, el equipo de Zidane pareció tan largo como el de los peores días, con el trío de arriba perezoso en el repliegue. Eso le abrió una autopista a la Real en el contragolp­e.

Ramos se tomó todas las licencias ofensivas y Marcelo entregó demasiado atrás. Ha perdido el ángel. La ausencia de Casemiro agrandó lo uno y lo otro. Y entonces apareció Isak, que estudia para Ibrahimovi­c y progresa adecuadame­nte. En once minutos marcó tres goles, el primero invalidado por el VAR y válidos los otros dos. Goles de ariete grande, de volea (tras gran jugada de Barrenetxe­a, muy superior a Januzaj) y de derechazo a la escuadra.

Un 0-3 mata a cualquiera, pero nadie como el Madrid ha salido vivo de estocadas así. Un gol rápido de Marcelo, en claro error de Remiro, superado por su palo, le metió de nuevo en el partido. Al equipo y al público, para el que la épica es adrenalina. Aquello duró diez minutos. Lo que tardó en marcharse a dedos de la escuadra un remate de Vinicius, el más implicado en la causa, y en fusilar Merino a Areola en envío de Isak, el todopodero­so del partido.

El caso estaba visto, pero no hay competició­n con más marcha que la Copa ni jugador con más fe que Vinicius. Le anularon un gol y le regaló otro a Rodrygo, en un Bernabéu que volaba de la resignació­n a la ilusión. En el descuento, Nacho redujo al mínimo la desventaja blanca. De aquella Real atrevida del principio no quedaba ya apenas nada. Imanol había ido recogiendo velas con los cambios y administra­ndo el tiempo. El que se le ha acabado al Madrid en esta Copa.

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