LA REBELIÓN DE LOS SUPLENTES
La convivencia de los periodistas con el equipo permitía contemplar que los jugadores que no entraban en los planes de Muñoz no tenían el más mínimo inconveniente en demostrar su malestar. Primero, de forma más reservada en el seno del grupo, pero después trascendió con sus declaraciones. Carrasco y Setién, que no se estrenaron, ‘saltaron’ tras el segundo partido. "No tengo nada que hacer aquí. Sé que no voy a jugar. Deseo que España gane el Mundial por mis compañeros, pero si lo sé antes me quedo en Barcelona", manifestó Carrasco. Setién afirmó: "Lo que no admito son las diferencias en el trato humano y se están dando claramente. Existe un trato diferenciador de los directivos con los jugadores titulares y los reservas". La situación empeoró horas antes del partido contra Argelia. Muñoz mandó al diligente Ángel Mur, masajista, a convocar a los jugadores. A 16 de ellos, uno por uno, los citó "a la una en la sala de reuniones". Eran los inscritos para el encuentro. A los cinco restantes: Urruti, Carrasco, Setién, Rincón y Gordillo, lesionado, los convocó directamente para ir al estadio. Fue la gota que colmó el vaso. Los jugadores solicitaron una reunión urgente con el seleccionador para que explicara esa discriminación y exigieron que no se volviera a repetir. Muñoz pidió excusas. "No era mi intención molestar ni discriminar a nadie. Como esos cinco no iban a jugar, me pareció conveniente que no estuviesen en la reunión". Setién, Carrasco y Rincón declinaron sentarse en el banquillo y vieron el partido entre el público. Rincón se presentó al día siguiente con la maleta en el hall del hotel gritando que se marchaba para España. Sus compañeros le convencieron para que se quedara, aunque hay quien asegura que la maleta estaba vacía y que había sido una medida de fuerza.