Durmiendo con el enemigo
■ Lo sucedido al terminar el tercer partido contra Argelia fue surrealista. Muñoz decide viajar esa misma tarde para México DF. Sobre la marcha se consiguen reservas en un vuelo y habitaciones en un hotel cercano al aeropuerto. El avión en cuestión llega casi con cuatro horas de retraso. La presencia de las mujeres y familiares de los jugadores hacía más cordial la espera, pero al seleccionador no pareció gustarle la idea de que todos pudieran pasar la noche juntos en el mismo hotel y vuelve a cambiar de opinión. Quiere viajar inmediatamente a Querétaro en autobús, 220 kilómetros, tres horas de trayecto, para dormir ya en la ciudad donde jugarán el siguiente partido y que todo el equipo presencie en directo el duelo del que saldría el próximo rival: Alemania-Dinamarca.
Como la llegada a Querétaro estaba prevista para el día siguiente, esa noche no hay hotel reservado. Finalmente encuentran uno cerca del destino.
Mejor no haberlo encontrado. Cuentan los que allí pararon que las cucarachas jugaban al fútbol por las escaleras y que las habitaciones, con las paredes descorchadas y goteras, no reunían la más mínima condición de salubridad.
El reloj marcaba las cuatro de la madrugada.
En ese momento surgen contradicciones sobre lo sucedido con exactitud, pero la realidad es que la expedición acaba en el hotel ‘La Hacienda Rústica’, donde estaba hospedada Dinamarca. Las previsiones eran quedarse allí. Si los nórdicos tenían que cambiar de sede u ocupar el alojamiento de Alemania, que abandonaría la ciudad. Ganan los vikingos, pero los germanos deciden que se quedan en Querétaro y que viajarán a Monterrey la víspera de su siguiente encuentro. Moraleja: España y Dinamarca tienen que compartir hotel tres días. El enemigo se niega categóricamente y más cuando se enteran de que la Prensa española también está allí alojada y ellos no habían dejado, anteriormente, estar a la de su país. La FIFA insta a España a abandonar las instalaciones en las que acaba de aposentarse, pero los federativos se hacen fuertes y convencen a los organizadores de que las instalaciones eran lo suficientemente amplias como para que las dos selecciones convivieran perfectamente, una en cada ala del establecimiento. Eso sí, las zonas comunes tenían que repartírselas. Y allí que se podía ver a los nuestros con los Laudrup, Lerby, Elkjaer, Morten Olsen… y compañía en perfecta camaradería compartiendo las mesas de juego y la barra del
bar.
Muñoz Llegó a un nivel de enfado no acorde con su habitual tono campechano