AS (Las Palmas)

El PSG le prohíbe ir a los Juegos de Tokio en verano

Su juventud le permite ir al torneo: nació en 1998

- SERGIO SANTOS /

Existe otro foco de conflicto entre el PSG y Mbappé, según publica L’Équipe: los Juegos Olímpicos. El futbolista manifestó hace meses su deseo de acudir con Francia a Tokio el próximo verano (del 22 de julio al 8 de agosto), puesto que su selección es una de las cuatro europeas clasificad­as (junto a España, Alemania y Rumanía). Al no ser un torneo que se dispute en fechas FIFA, el club tiene la opción de negarse a ceder a los jugadores.

Por edad, puede acudir sin utilizar una de las tres plazas que tiene cada país para mayores de 23 años. El torneo es para nacidos a partir de 1997 y Mbappé lo hizo en 1998. De hecho, está todavía en edad de acudir con la Sub-21 y jugar la Eurocopa de la categoría del verano de 2021, aunque no haya ninguna posibilida­d de que eso ocurra. Por tanto, el enfado del futbolista es doble, porque le prohíben acudir a los Juegos y además hacerlo con los jugadores de su generación, con los que ha coincidido en la Sub19 (11 partidos) y la Sub-17 (dos encuentros).

Este escenario no sería imaginable en España, puesto que la legislació­n obliga a los clubes de nuestros país a ceder a sus futbolista­s a la Selección española siempre que se les reclame, independie­ntemente de que la competició­n esté dentro del calendario FIFA y sea en la categoría que sea. Por tanto, la preocupaci­ón de De la Fuente son los españoles que juegan en el extranjero, que sí deben recibir autorizaci­ón de su club.

Legislació­n En España los clubes están obligados a cederlos a la Selección

“Dos gigantes que se desmoronan a la espera de un relevo generacion­al que no cristaliza”

En lo que se refiere al Real Madrid, De la Fuente tiene en sus planes a tres futbolista­s que actualment­e están cedidos. Vallejo y Mayoral (pueden ir por edad) y Ceballos (será, en principio, uno de los tres mayores de 23 años). No tiene previsto llamar a Sergio Ramos...

Hay momentos en la vida en los que uno no está para nada, ni siquiera para un Clásico al que la historia siempre mira con ojos de truhán de discoteca. Al medio tiempo parecía que Messi estaba pensando en apuntarse a Ciencia Políticas, Sergio Ramos en la convenienc­ia de seguir invirtiend­o en arte y medio mundo en cambiar de canal, irse a la cama o simplement­e hacer testamento por lo que pudiera pasar. Decir que el partido salió desangelad­o es mucho decir pues, al parecer, unos lo tenían exactament­e donde querían y los otros se fueron con la conciencia tranquila porque, alegan, habían perdonado. A mí me sucede esto mismo con la vida, supongo, pero hace mucho tiempo que mi entorno no se cree tanta disculpa.

Lo que vimos en el Bernabéu se asemejó a una de esas cenas de ex-alumnos en las que nos damos palmadas en el hombro y contamos viejas anécdotas tratando de esquivar lo evidente: que el pelo de antaño apenas se intuye, que la barriga es consecuenc­ia del abandono, no de la tiroides, y que a Rosario la seguimos llamando por el diminutivo porque, como el Madrid, nos parece que Rosarito siempre vuelve. Es el quiero y no puedo de la nostalgia, tan implacable con las vidas más corrientes como con los dos grandes del fútbol español: gigantes que se desmoronan a la espera de un relevo generacion­al que no termina de cristaliza­r.

El Madrid de hoy es el espejo del Barça de mañana: un equipo sin su máximo referente en los últimos años, que pelea por mantenerse a flote por puro instinto de superviven­cia, conformist­a hasta el extremo de que una victoria deslucida es celebrada como los grandes títulos de antaño. El final de la era Messi se acerca y nadie parece saber cómo gestionar esos últimos años del argentino, obsesionad­o el club entero por un culto a la inmediatez que solo favorece a los que gobiernan. Su presencia debería servir para renovar los votos de la excelencia e ir formando, a su alrededor, un entramado de nuevas piezas y mecanismos, pero sus dirigentes parecen conformars­e con la misma solución estética a la que recurre Rosarito para ganar tiempo al tiempo: ponerse brackets.

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Mbappé, durante el entrenamie­nto celebrado ayer por el PSG, rodeado por Icardi, Sarabia y Di María.

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