AS (Las Palmas)

Nirmal Purja

- JESÚS MÍNGUEZ

¿Cómo surgió en su cabeza la idea de escalar los 14 ochomiles en siete meses? —En 2017, realicé una expedición al Everest con más soldados gurkhas (nepalíes que sirven en el Ejército británico) para celebrar los 200 años del cuerpo. Y, al regresar a Katmandú, decidí dar un paso más, volver al Everest y encadenar el Lothse y el Makalu en unos días. Fue entonces cuando me planteé no reincorpor­arme a las fuerzas especiales (servía en el Special Boat Service) y planeé el reto de los 14 ochomiles.

—¿Qué quería demostrar o enseñar al mundo?

—El mensaje es muy sencillo: ‘Nada es imposible’. Quería demostrar el potencial que tiene la mente humana. También poner en valor y reivindica­r el nombre de los montañeros nepalíes, porque realmente creo que con lo extraordin­arios que son sus méritos no se han reconocido realmente. Yo no tenía dinero, ni tampoco patrocinad­ores y sólo sabía escalar y asumir el riesgo.

—Se había planteado conseguirl­o en siete meses y lo logró en seis meses y seis días.

Nirmal Purja (Nepal, 30 años) es el hombre récord de las montañas. Subió los 14 ochomiles en seis meses y seis días. Habló con AS de ello en los Laureus de Berlín.

Una media de una cumbre cada trece días. Un esprint sobre las montañas. ¿Disfrutó?

—Sí. Evidenteme­nte fue muy rápido, pero las sensacione­s fueron muy buenas porque no me afectó la altitud. Así pude hacer tres cumbres en 48 horas.

—Fue soldado de las fuerzas especiales. ¿Allí se forjó su resistenci­a y su carácter?

—-Definitiva­mente, esa formación me ayuda a tomar las decisiones adecuadas y estoy muy orgulloso de que todos los miembros de mi equipo volvieron a sus casas por el mismo lugar del que partieron. La montaña no es ningún juego, es peligrosa y estar en situacione­s extremas en el ejército me ha servido para oler el riesgo.

—Hay montañeros que critican sus métodos. Usted ha utilizado cuerdas fijas, oxígeno, traslados en helicópter­o…

—¿Quién decide qué es el espíritu de la montaña? Yo tengo mi estilo. No he hecho cosas diferentes a otros. Las cuerdas fijas las he colocado yo con mi gente. En el Shisha Pangma abrimos una nueva ruta. El K2 es una montaña en la que casi todo el mundo abandona y la conquistam­os en un día. También hemos participad­o en varios rescates, como el del Kanchenjun­ga o el Annapurna, ofreciendo nuestro oxígeno a montañeros en apuros a más de 8.000 metros. Estoy abierto a las críticas, pero la gente no conoce una buena parte de la historia y cuando cuento que hemos escalado haciendo frente a vientos de 75 km/h nadie quiere creerlo. Pero lo hemos hecho. Las evidencias están ahí, tenemos filmacione­s, de todo hay pruebas. Pueden criticar, pero, paso a paso, yo voy haciendo cosas diferentes.

—En la montaña, la palabra récord está mal vista. ¿Por qué?

—Porque el montañismo es un deporte libre, sin reglas, diferente a todos. Pero a mí me hace feliz que mi récord pueda llegar a los niños en los colegios, y que con ello puedan estudiar estas montañas, saber que el Annapurna es un muro o el Everest la cima más alta. Estoy feliz del éxito del reto para que se pueda hablar de montañismo.

—¿Cuál es su objetivo ahora?

—Estoy haciendo de guía con mi compañía en el Everest,

Lothse, Broad Peak, Manaslu y Ama Dablan… En cuanto a proyectos nuevos, espero anunciarlo pronto.

—¿El K2 en invierno?

—-Bueno… (se ríe abiertamen­te). Veremos…

—¿Los ochomiles en invierno son la última frontera?

—No lo creo, no las hay, ni lo más duro que se pueda hacer después de escalar los 14 ochomiles en menos de siete meses. Hay más retos que ese de las ascensione­s invernales.

—Usted fue el autor de la famosa foto del atasco en la cumbre del Everest el pasado 22 de mayo. ¿Qué sintió?

—Bajaba y estaba intentando batir otro récord de velocidad con el Lothse. Pero de repente, todo el mundo intentó subir ese día, porque las condicione­s eran muy buenas y me quedé parado. Decidí quitarme los guantes y tomar la foto, preocupado. Hubo gente que murió, y no fueron más porque el viento no era muy fuerte.

—Usted también guía a gente a esas cumbres, también fomenta esas situacione­s…

Foto del Everest “No pertenece a nadie, todos tienen derecho a subir”

—La montaña no pertenece a nadie, todo el mundo tiene derecho a subir, pero hay que intentar regularlo para evitar situacione­s de peligro.

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