AS (Las Palmas)

Carlos Alcaraz recibe una invitación del Conde de Godó

- —M. GONZÁLEZ

Dani López Pinedo acudió a los Juegos de 2012 pensando que eran los primeros y los últimos. Con 32 años veía cada día como Iván Pérez, el mítico boya cubano, seguía peleándose con los gigantes balcánicos con 40 años y se decía: “A esa edad yo no me veo jugando”. El próximo 16 de julio alcanzará la cuarentena en su cénit, líder en Tokio de una Selección que tiene “opciones reales de medalla”.

El hijo de La Pinedo, pues así se le conocía en el colegio Maristas de Les Corts, ya nació con talento para el deporte. “Recuerdo que me quiso fichar el Barcelona de béisbol. Mi abuelo me llevaba al Salón de la Infancia cuando era niño y allí intentaba batear la bola que lanzaba una máquina. Lo hacía muy bien”, explica.

“Era inquieto, cada minuto tenía que tocar un balón”, añade. Da igual el deporte que fuese, fútbol o baloncesto, apurando el sonido de la bocina que ponía fin a la hora de patio. Y un buen día descubrió el waterpolo.

“Teníamos un profesor de Educación Física que fue un loco del deporte. Existía un convenio con el Mediterran­i y entré con

12 años”, asegura.

Ese profesor era Joaquín Benítez, que, en 2019, fue condenado a 21 años de cárcel por abusos a menores.

“No nos lo creíamos cuando salió la noticia. No supimos nada”.

Con 15 años, Pinedo cambió los Maristas por la Blume, el centro de tecnificac­ión de la Federación Catalana, donde empezó a tomar contacto con la generación de oro. Era 1996. “Fueron ídolos. No llevaba fotos en la carpeta, si lo hiciera tendría la de Chava, Toto, Rollán... Jesús iba a dar una charla al año a la Blume. Era el mejor día. De 1999 al 2001 entrené con ellos. Unos fenómenos”, explica.

La carrera del Muro se desarrolló en marea alta. “A los dos años de estar en el Mediterran­i, mi entrenador quiso que fuera jugador… Luego, hasta los 29 no llegué a la Selección”. En todo ese periodo, Pinedo dio vueltas. Igual empezó Turismo como estuvo seis años sin acabar Relaciones Laborales para licenciars­e en Empresaria­les o entraba y salía de la Selección hasta que, después de 2009, se lo tomaron en serio: “Lo único que depende de uno es entrenar fuerte”.

El salto. “A partir de los 30 controlas el juego. Antes, eres puro físico, luego te tienes que adaptar”, sintetiza al pie de la playa de la Barcelonet­a, equipo que es clave en los éxitos de la Selección y en el que juegan la mayoría de los internacio­nales: “La clave la tiene David Martín. Supo cuál era el camino, ligó el waterpolo del Barcelonet­a con el de la Selección y para nosotros fue importante. Los jóvenes conocen lo que quiere de ellos. Estamos todos implicados”.

López Pinedo tiene unos ojos privilegia­dos y una experienci­a única. Eso le permite asegurar que “Perrone es una de las pocas estrellas de este deporte, lo dicen hasta los balcánicos”. Y, con su apoyo, jugadores como Granados “crecen cada día” o Munarriz “puede llegar a ser el mejor del mundo”. “De Perrone hay que aprender hasta tomando un café”, argumenta.

En Tokio será al abuelo del waterpolo. “Mi idea es finalizar aquí. Pero voy de año en año”, dice. Y confiesa: “Desde 2016 digo lo mismo”. Y ahí sigue, subiendo al podio como guardián de España.

■ Carlos Alcaraz (16 años) ya se codea con la élite. La joven promesa del tenis español jugará su segundo torneo ATP 500 en el Conde de Godó (20-26 abril), gracias a la invitación que le concedió ayer la organizaci­ón del evento. Alcaraz, que consiguió su primer triunfo en el circuito profesiona­l el pasado febrero tras vencer a Albert Ramos en Río de Janeiro, tendrá la oportunida­d de compartir pista en el Real Club Tenis de Barcelona con estrellas como Nadal, Tsitsipas o Thiem.

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Dani López Pinedo, en la playa de la Barcelonet­a, junto al club en el que juega desde 2009.
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Carlos Alcaraz, en Río.

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