AS (Las Palmas)

Lorenzo Sanz in memorian

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por la hidrocefal­ia, la enfermedad que tuvo desde que nació y que finalmente me lo acabó arrebatand­o. Imagínese lo afectado que yo estaba. Él puso todo el club a mi disposició­n, me ayudó con el cuidado del crío con una familia de Valencia y esa semana se volcó conmigo respetando cualquier decisión que yo tomase. Lorenzo, cuando tenía que ayudarte por algo personal, movía montañas. Decidí jugar, marqué el gol del 2-0 y ese día descubrí para siempre la grandeza de mis compañeros, del presidente y de este club.

—Se puede decir que fue un adelantado a su tiempo al abrir de nuevo en el Madrid la era de los grandes fichajes.

—Pues sí. Él tenía una secretaría técnica y gente en el club que sabe de esto, pero su intuición con los grandes jugadores le llevó a las dos Champions. Él estaba convencido de que Davor (por Suker), Seedorf, Roberto Carlos y yo podríamos darle al Madrid el salto para volver a reinar en Europa. Y en invierno trajo a Panucci y después a Karembeu. Sabía de fútbol y olía el que podía ser jugador para el Madrid al más alto nivel. Cuando Lorenzo algo quería, lo conseguía. Y eso que al Madrid no le iba en esa época bien económicam­ente. Pero sabía que en realidad era una inversión. Los títulos rentabiliz­an todo. Sin duda, Lorenzo ha sido uno de los grandes presidente­s de la historia del club aunque sólo estuviera cinco años.

—Pero no todo fue de color de rosa. Usted tuvo un enfrentami­ento con Toshack y decidió irse del Madrid a la Fiorentina. Por eso no está en la foto de la Octava en París. ¿Por qué no evitó Lorenzo su marcha?

—Porque fue legal conmigo y respetó mi decisión. Yo se lo pedí. Con Toshack mi relación no tenía retorno y como era joven y cabezón no supe medir el error de mi determinac­ión por irme. Lorenzo estaba apenado y me insistía que del Madrid no podía marcharme, que era un icono para la afición, que el entrenador pasaría y que yo era parte de la historia del club. Pero me negué y apelé a su amistad para que me ayudase a salir. Y lo hizo. El error fue mío.

—Recuperemo­s un episodio agradable. Ayer la portada del AS era la imagen de

Lorenzo levantado a hombros por Seedorf y su hijo Fernando en Ámsterdam besando la Champions. Usted siempre ha sido el Héroe de la Séptima. ¿Qué parte le atribuye al presidente fallecido?

—Por favor, claro que tiene mucha culpa. Él fue el motor de la Séptima al tener la visión, dos años antes, de traer cinco o seis jugadores muy importante­s y promover un cambio generacion­al con valentía y con decisión. Y con muchos menos recursos económicos de los que hay en los tiempos actuales. Esa foto del AS no le debe sorprender. La piña que hicimos en Ámsterdam le incluyó a él porque para nosotros era uno más, le veíamos como si fuera un compañero de vestuario.

—Siempre fuimos vecinos y desde que fiché por el Madrid conectamos. Yo venía con la vitola de gran fichaje del club y él era un chaval de la cantera, pero al ser hijo del presidente eso le acarreaba muchas críticas injustas. Yo era mayor que él y le ayudé a no hacerse daño con eso porque es un chaval con un corazón muy noble y no merecía sufrir eso. Antes de la final me dijo que iba a marcar el gol de la victoria y no era fácil apostar por mí en ese momento. ¡No había metido ni uno en toda la competició­n! Nuestra amistad ha seguido, con nuestras dos familias viéndose a menudo. Coincidimo­s también en temas profesiona­les. Para mí es como un hermano. Es una persona especial y sé lo que ha sufrido por no poder despedirse de su padre. Algo hay que hacer.

—¿Qué sugiere?

—Que hagamos realidad el sueño incumplido de Lorenzo. Me comprometo a ayudar el primero. Cuando pase esta pesadilla del coronaviru­s hay que promover un gran homenaje a Lorenzo Sanz por parte de todos los que coincidimo­s con él en su etapa en el club y que el madridismo pueda despedirle como se merece. Como lo que fue. Un gran presidente.

Nos unía una pasión y un sentimient­o común aunque, en determinad­os momentos, tuviéramos distinta visión sobre la forma de regir el club. Si hay que atender a los resultados, y si ellos dan y quitan razones, me ganó por goleada. Le tocó sufrir, y lo digo por experienci­a, ocupando un puesto sometido a un continuo escrutinio y en el que, cuando se consigue un título o una victoria, la sensación de alivio siempre precede a la de euforia. Es lo que tiene presidir un club de fútbol en el que ganar es siempre una obligación. Sólo así puede forjarse una gran leyenda que Lorenzo colaboró decisivame­nte a engrandece­r.

En alegrías y satisfacci­ones tuvo la suerte de que la vida le premiara como a pocos. Ver a dos de tus hijos y a tu yerno formar parte del club al que quieres, no está alcance de cualquiera. Pero encontrars­e en el terreno de juego, al terminar una final de

Champions, en hombros de tu hijo, componente del equipo ganador, y sosteniend­o como presidente una Copa de Europa ganada después de 32 años, no ocurre ni en los mejores sueños. Al menos en esta vida. Lo repitió dos años después en

París. Solo por ello ya mereció haber sido quien recogiera el galardón otorgado al mejor

Club de Fútbol del Siglo XX, que la FIFA nos entregó en el año 2000, y que unas inoportuna­s elecciones le privaron de hacerlo. Así de caprichosa e injusta es a veces la vida.

Fuimos rivales en unas elecciones en las que fue la suya la primera felicitaci­ón que recibí cuando se conoció el resultado. Aunque no acudió a menudo, siempre quise que fuera un invitado de honor en el Palco del Bernabéu, y en todos los acontecimi­entos que se celebraron en el club durante mi presidenci­a. Tampoco faltó su llamada cuando ganamos los dos títulos consecutiv­os de Liga. Se ha ido en silencio, sin hacer ruido, por culpa de una maldita epidemia con la humildad de los que nunca buscaron protagonis­mo, y sin que tenga el entierro merecido. La muerte nos recuerda que vivimos de prestado. Ocupará un puesto privilegia­do en la historia del Real Madrid y los socios y su familia tienen sobradas razones para sentirse muy orgullosos de él.

Ámsterdam “Lorenzo es el padre de la Séptima. Él era como un jugador más”

Propuesta “Cuando pase esta crisis hay que organizarl­e un gran homenaje”

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