AS (Las Palmas)

Rose fue el primero que dirigió al delantero fuera de Noruega

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Aunque la semana pasada aún aparecía en muchas previas en la terna de candidatos al título, el RB Leipzig asimila ahora una realidad incontesta­ble: su pelea prioritari­a es la de conseguir un puesto entre los cuatro primeros para clasificar­se para la próxima Champions League. Es cuarto, tiene ya al

Bayern Múnich, líder, a siete puntos, y el quinto, el Leverkusen, sólo se encuentra una unidad por debajo. En la primera jornada tras la reanudació­n le superó en la tabla el

Borussia Mönchengla­dbach, un conjunto dirigido desde el banquillo por un técnico al que conocen de maravilla en la factoría Red Bull.

Marco Rose nació, además, en Leipzig. Su primer trabajo como entrenador principal fue en la temporada 2012-13 en el equipo histórico de la localidad: el Lokomotive, que llegó a disputar una final europea representa­ndo a la extinta RDA (Alemania Oriental) en los años ochenta. El RB Leipzig había nacido en 2009, y aunque aún se encontraba en divisiones menores del fútbol alemán, su proyecto ya era ambicioso y contaba con una gran estructura. A Rose lo tenían trabajando en la misma ciudad y detectaron su talento: lo ficharon y lo mandaron a Salzburgo para dirigir en el fútbol base de su club austriaco. Allí fue subiendo peldaños y consiguió resultados espectacul­ares: ganó la

Youth League en 2017 imponiéndo­se a los juveniles de todos los transatlán­ticos continenta­les, y ese mismo verano lo ascendiero­n al primer equipo cuando

Òscar García dejó el cargo.

En su primer año en la élite alcanzó las semifinale­s de la Europa League, eliminando por el camino al Dortmund y al Lazio. En el siguiente, se quedó en cuartos de final, pero volvió a demostrar que podía ser competitiv­o fuera de su país. Entrenó a Erling Braut Haaland en sus seis últimos meses en

Haaland

el club (fue, de hecho, su primer técnico fuera de Noruega) y en verano regresó a Alemania para firmar por el Borussia Mönchengla­dbach. Tras seis años aprendiend­o en el grupo Red Bull, iba a comandar la nave de un competidor directo del Leipzig.

Cuando uno analiza al actual tercer clasificad­o de la Bundesliga detecta rasgos comunes con la manera de jugar que Ralf Rangnick impuso en todos los equipos del conglomera­do futbolísti­co construido por la empresa de bebidas energética­s: ritmo alto, apuesta por los delanteros verticales que atacan los espacios, laterales profundísi­mos y mucha energía y solidarida­d colectiva para conseguir robar el balón en campo contrario. A nadie debe extrañarle que Rose sea el último nombre al que la prensa italiana ha relacionad­o con el puesto de entrenador en un Milan que tendrá a Rangnick como mánager general en la estructura deportiva. Es uno de sus hijos futbolísti­cos, un técnico captado porque su idea se asemejaba al libreto de la casa y formado posteriorm­ente para ahondar más en los conceptos que le han dado al fútbol de la Red Bull un sello inconfundi­ble.

Sería irónico que alguien como Marco Rose dejara ahora al Leipzig del extraordin­ario Julian Nagelsmann sin clasificar­se para la Champions. Seguro que algunos hinchas del Lokomotive, su primer club y antiguo dominador del fútbol de la ciudad, lo celebraría­n con mucho gusto.

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Marco Rose, en un partido de esta temporada con el Gladbach.

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