Lesionado a los 13 minutos con rotura de la vaina de los peroneos del tobillo
saltaban aficionados desde la grada. Nos tiraban de todo. Lo soldados se enfrentaban a los propios policías”.
Para la Selección, ausente de las fases finales de los Mundiales del 70 y 74, y de las Eurocopas del 72 y 76, era una oportunidad única de volver a la élite. Kubala concentró a sus hombres en Madrid el día 22 y el 28 partieron para Belgrado. Se llevó 18 jugadores. Dos más de los 16 oficiales. Quería prevenir cualquier contingencia de última hora. Marañón y López fueron los que no se vistieron.
El técnico estaba convencido de que el enemigo tenía una encerrona preparada. Él, checo-húngaro, los conocía bien. Su obsesión con las comidas y el agua llegó a medio enloquecer a los jugadores. No les dejaba tomar ni un café fuera de las comidas oficiales. No andaba descaminado. San José se acuerda perfectamente
“La noche anterior, con el frío que hacía, se pasaron unas cuantas horas delante del hotel para no dejarnos dormir. Al día siguiente cuando fuimos a entrenarnos por la mañana, el césped estaba cubierto por una lona. Nos decían que nadie les había avisado de que íbamos a ir a entrenarnos. Lo tuvimos que hacer en una franja de terreno en una banda y levantando un poco la lona”.
El madridista estaba confiado en que iba a ser titular. “Aunque era mi primera llamada con la
‘A’, sabía que Kubala tenía mucha confianza en mí, como después me demostró. Venía de jugar con los Sub-21, la olímpica. A Kubala le gustaban los jugadores que hacían lo que él mandaba. Y yo era muy disciplinado. En la Selección siempre jugaba en el centro del campo, nunca de central o lateral como lo hacía en el Real Madrid”.
Pirri