AS (Las Palmas)

Aseguraba que la botella ya se dirigía hacia él antes de que hiciera su feo gesto

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Muy criticado por el bajo rendimient­o del equipo en su larga etapa como selecciona­dor, Kubala se jugaba el puesto y preparó muy bien el partido. Bajo un 1-4-4-2, se parapetó bien en defensa. Confió para la portería en Miguel Ángel, con pantalón largo, en lugar de Arconada. Los laterales, Marcelino y Camacho secaron a Susic y Popivoda; Miguelí se emparejó con Kustudic, el kamikaze de la primera entrada a Juanito y después otra a Pirri. Las dos caricias le rompieron “la vaina de los peroneos del tobillo derecho” y estuvo tres meses de baja. Casi se pierde el Mundial.

Su puesto de líbero lo ocupó Olmo, que además de estar inmenso en su papel de líbero, salvó un gol sacando un balón de la línea al poco de entrar al campo. En el centro, San José se encargaba de la estrella local, Surjak. “Me lo comí, le aburrí. Me tiraba de la oreja, de las patillas, pero no entré en su juego. Fue uno de mis primeros marcajes al hombre. Después lidié con Kempes, Maradona, Cruyff, Zico…”. Leal, Asensi y Cardeñosa, que también debutaba, completaba­n la línea. Arriba, Juanito y Rubén Cano.

Los hombres de Kubala tuvieron temple para sobrevivir a las agresiones. Eran más que patadas. Verdad es que se defendiero­n y tiraron de pierna dura en determinad­as ocasiones, pero no cabía otra. Según avanzaba el encuentro con el empate, España fue sintiéndos­e más segura y con el gol de Rubén Cano a 20 minutos del final, se sintió clasificad­a. Asensi recuperó, Juanito temporizó antes de dar el pase en profundida­d a Cardeñosa. El centro del bético, sobre la línea, fue inverosími­l. Tanto como el remate con la espinilla de Rubén Cano, que entraba justo al palo más alejado del pase.

Un gol que valía participar en un Campeonato del mundo. A pesar de que tenían que marcar tres goles, los plavis, su nombre de guerra, no frenaron en su ímpetu. Muzinic cazó a Juanito de mala manera y en plena tangana, Migueli, sí Tarzan Migueli, acababa por los suelos agredido por el tal Kustudic, que terminaría jugando después en el Hércules y el Mallorca.

Kubala, viendo el panorama, decidió quitar a Juanito antes de que tuviera que salir con una pierna en la mano. Para evitar tentacione­s y que el equipo se encerrara dio entrada a otro delantero, Dani, en perjuicio de Alabanda, que estaba preparado para echar una mano en defensa.

Con ese cambio llegó la traca final. Al futbolista, cuando se acerca hacia el banquillo, no se le ocurre otra idea que levantar su mano derecha y colocar el pulgar hacia abajo. No le dio tiempo a dar muchos pasos más. Una botella impactó en su cabeza, cerca de la oreja, y cayó redondo al suelo. A Ángel Mur, el masajista, que se dio cuenta de la acción, no le dio tiempo a bajarle la mano. Perdió momentánea­mente el conocimien­to, pero cuando era conducido en camilla hacia los vestuarios lo recuperó.

Juanito siempre mantuvo la teoría de que la botella que le golpeó ya venía de camino hacia él antes de hacer el gesto y lo argumentab­a con la distancia de la grada, la pista de atletismo, la dirección del proyectil…

San José no recuerda bien la prima que tuvo el equipo por ganar la batalla. La Prensa de entonces habló de un millón y medio de pesetas a repartir entre todos los jugadores, pero lo que sí guarda todavía son los dos rolex que les regalaron Pablo Porta, presidente de la FEF, y el propio Kubala. “El de la Federación era de oro, el otro no…”

A su regreso a Madrid, toda la expedición se encontró con un recibimien­to especial en el aeropuerto de Barajas. El tratamient­o era de héroes. Los de la batalla de Belgrado.

Juanito

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Katalinski dejó a España fuera del Mundial 74 y Alfonso culminó una remontada mágica en 2000.
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