AS (Las Palmas)

■ Ropero, líder del Giro

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El Tour de Francia 1910 pasó al recuerdo como la primera edición que incorporó los pero también fue pionero en una estadístic­a más trágica, la que inauguró el primer fallecido en la historia de la carrera. Adolphe Hélière no murió sobre una bicicleta en plena competició­n, como años después ocurrió con Paquillo Cepeda, Tom Simpson o Fabio Casartelli, sino durante una jornada de descanso en Niza.

Hélière era un joven de 19 años que soñaba con ser ciclista profesiona­l. El dinero que ingresaba como mecánico de coches lo invertía en inscripcio­nes en carreras. El mejor resultado que se le conoce fue un 13º puesto en la París-Le Mans de 1910, el mismo año que participó en el Tour como isolé, esa precaria categoría en la que tenías que comprarte tu propio material, reservar tus hoteles, financiart­e la alimentaci­ón…

Una leyenda apunta a que los lectores de L’Auto apostaron 100 francos a que Hélière no pasaba de la tercera etapa. De ser verdad, se equivocaro­n. El bretón acabó las seis primeras, con numerosas penalidade­s: sufrió averías, chocó con

Pirineos,

un caballo… Su mejor clasificac­ión fue una 61ª plaza de 72 participan­tes. Pero también se ganó el cariño del pelotón por su solidarida­d, después de cargar en su espalda con Emile Georget tras una caída.

Hélière terminó la sexta etapa en Niza pasada la medianoche, nueve horas después del ganador, Julien Maitron. Debido al horario tardío y a su escasez económica, pasó la noche dormido en una playa. Al día siguiente quiso aprovechar bien la jornada de reposo. Se pegó una copiosa comida en un restaurant­e y lo remató con un buen helado. De allí se marchó, junto a otros tres ciclistas, a otra playa cerca de Les Bains de l’Opera. El chapuzón fue fatal. Hélière falleció ese 14 de julio de una hidrocució­n, lo que erróneamen­te se llama también corte de digestión. Otras fuentes menos fiables apuntan a la picadura de una medusa.

Su padre y su hermano, avisados por telegrama, llegaron a tiempo desde Rennes para asistir a su funeral, pero tuvieron que pasar diez meses hasta que su cuerpo fue repatriado. El diario L’Eclaireur, de Niza, abrió una suscripció­n para recaudar fondos hasta reunir 1.000 francos, de los cuales 100 llegaron desde L’Auto.

En su certificad­o de defunción se señaló que su profesión había sido la de ‘ciclista’. Su sueño se cumplió póstumamen­te.

El francés sufrió un corte de digestión en Niza en 1910

Alejandro Ropero, ciclista andaluz de 22 años del Kometa de la Fundación Contador, ganó la primera etapa del Giro Sub-23 y se colocó como líder.

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Adolphe Hélière.

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