AS (Las Palmas)

El favorito más perjudicad­o en la etapa perdió 28 segundos

- JUAN GUTIÉRREZ

Primoz Roglic no llegaba tan mal. Las heridas del Dauphiné han cicatrizad­o. Esa es la principal conclusión, quizá la única, que se puede extraer del primer contacto con la montaña del Tour 2020. El esloveno ganó en Orcières-Merlette, lanzado por la apisonador­a del Jumbo, el equipo que patronea la carrera, pero lo hizo al frente de un grupo de 16 corredores donde entraron casi todos los grandes favoritos, entre ellos el otro capo, Egan Bernal, y el español Mikel Landa. Sólo se echó en falta a Richard Carapaz, que llegó a 28 segundos. El líder, Julian Alaphilipp­e, no tuvo fuelle para luchar por la etapa, pero conservó el maillot amarillo. Habrá más batallas. Y esperemos que más fieras.

Orcières-Merlette no es un coloso alpino, 7,1 kilómetros al 6,7% de pendiente media, pero la leyenda de 1971 llena de épica sus rampas, aquel día que Eddy Merckx, por primera vez, tuvo que inclinarse ante un rival. Luis Ocaña, el español de Mont de Marsan, o el francés de Priego, lanzó un ataque largo en una etapa aún más corta que la de ayer, de 134 km, y sacó una minutada: 5:52 a Van Impe y 8:42 a un grupo con Zoetemelk, Thévenet y el Caníbal. Era otro ciclismo, las cábalas se hacían con otros dígitos, y los ataques desde otras distancias, pero aun así fueron diferencia­s brutales. El Día Grande de Ocaña. Nada que ver con lo que ocurrió en este lejano 2020.

La primera llegada en alto o el primer puerto relevante de cada grande siempre es un termómetro, la respuesta a las múltiples preguntas que se agolpan en la víspera de la carrera y en

Carapaz

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