Patinazo sin coartada
La propuesta del Madrid fue bastante más problemática que el estado del terreno de juego
Abundaron las excusas para justificar el mal partido del Real Madrid en
Pamplona, donde sufrió un patinazo menos relacionado con el estado del campo que con sus dificultades para superar al Osasuna. Pocas ocasiones de gol, poca creatividad y escaso rendimiento del equipo. Sorprendentes decisiones de
Zidane, también.
Cualquiera que hubiese sido la condición del césped-alto o bajo, seco o encharcado, el encuentro no habría variado.
Osasuna, apremiado por su posición en la tabla, juntaría sus líneas, defendería cerca de su portero y obligaría al Madrid al típico asedio que tantos problemas le genera esta temporada.
El Madrid ha perdido en este curso contra el Cádiz y
Alavés -en Valdebebas, los dos- y el Valencia, en Mestalla. Dos de sus cuatro empates frente a Osasuna y Elche. En estos partidos ha logrado dos de los 15 puntos en juego, porcentaje ínfimo que explica sus dificultades para perseguir el título.
Ninguno de todos esos rivales figura entre los siete primeros de la Liga. Pretenden sostenerse en la Primera División, incluido el Valencia, que atraviesa por momentos muy delicados. Su decepcionante registro en Pamplona no es una novedad. Sufre para imponerse a los equipos que buscan la supervivencia y suelen cerrarse lo herméticamente que pueden.
Zidane se quejó, algo muy infrecuente en él, de las condiciones del campo y de las circunstancias en las que se había desarrollado el viaje del equipo, retenido tres horas en el avión con destino a Navarra, debido a la histórica nevada que se abatía sobre Madrid. El equipo viajó en circunstancias adversas, como tantas veces ha ocurrido en el fútbol, y jugó en un campo que no era una mesa de billar, pero más que practicable.
Courtois declaró que los jugadores no son marionetas. Zidane consideró que las condiciones del encuentro exigían su cancelación. La protesta se elevó contra la Liga por permitir la disputa. Resulta curioso elevar estas protestas en medio de un campeonato que comenzó un mes más tarde de lo previsto, en medio de la mayor pandemia que ha conocido el mundo en más de 100 años, en una situación que impide al público acudir a los estadios desde la primera semana de marzo del pasado año.
Encajar el campeonato de Liga en este drama es milagroso. A nadie se le escapa que la exigencia para los jugadores es brutal, pero los clubes empujaron hasta el límite para que se completara la anterior Liga y se disputara la actual. Lejos de valorar la excepcional dificultad de un calendario comprimido, pero en marcha, las quejas del Madrid suenan extemporáneas.
Osasuna hizo lo que se esperaba, defenderse con energía y orden. El Madrid no se acercó ni de lejos a lo que se anticipaba. Después del aviso en Elche, se extravió aún más. Apenas generó oportunidades y Zidane decidió unos cambios difíciles de explicar. Retiró a
Asensio cuando más aportaba, prescindió de Modric -el mejor intérprete del equipo ante la inalterable defensa de Osasuna-, tiró de Valverde y colocó a Mariano en la punta, junto a Benzema y Sergio Ramos, ariete circunstancial en los últimos minutos.
La densidad de futbolistas con querencia por el juego interior -incluido Hazard, anecdótico en Pamplona- favoreció el castillo defensivo de Osasuna.
Yagoba Arrasate dejó bien claras sus preferencias: abrió descaradamente el pasillo a
Mendy, tan insistente como improductivo. Osasuna flotó, por utilizar un término baloncestístico, al jugador más limitado en el juego de ataque madridista. El equipo navarro no se apartó de su guión inicial. El Madrid, que necesitaba habilidad, desborde y buen toque por los costados, mantuvo su terca propuesta, bastante más problemática que el estado del terreno de juego.