Vendió pasteles por las playas para ayudar a su familia

■ ‘Dey’, como le llaman en el vestuario, jamás esconde que sus orígenes humildes en Santa Margarita.

Han marcado su vida. Es más, lo recuerda con orgullo. “Por supuesto. Nunca olvidas esos momentos. En otro sitio las condiciones de vida habrían sido mejores. Yo vendía agua y pasteles en la playa para sacar un dinero. En mi corazón esos instantes permanecen imborrables”, confiesa.

Su padre llevaba a casa menos comida de la que deseaba por invertir en los entrenamientos del chaval. “Todo empezó en su escuela de fútbol. Es después de Dios el que más me ha dado en esta vida. Me emocionaba ver cómo luchaba por mi hermano también. Tenía que pedir dinero prestado para que saliéramos adelante. Eso hay que valorarlo. Muchos nos ven como gente distante con todos los lujos a mano, pero a veces tenemos unos orígenes que nos acompañan toda la vida”, puntualiza.

Tras formarse en el Gremio Mangaratibense de su país natal, en 2012 se fue a Portugal para fichar por el Benfica B. En 2013 fue traspasado al Os Belenenses, firmando un contrato por cuatro temporadas. En 2015 fue cedido al Colonia de la Bundesliga. Luego llegó su aterrizaje en España

tras el traspaso al Levante

por 1,8 millones de euros. Su vida de nómada le llevó a otro préstamo, esta vez al Alavés. Luego regresó a su país, en las filas del Palmeiras, y éste le dejó ir al Getafe la temporada pasada. Este año aceptó una segunda etapa en el Alavés. Y en ello está. “Soy una mercancía, un día estoy en un club, el otro día en otro. Es como vender refrescos”, se rebeló hace poco ante tanto movimiento.