AS (Las Palmas)

Va sin rechistar

Hazard volvió a ser irrelevant­e ● No funcionó el ensayo de Vinicius como lateral derecho ● Courtois evitó un castigo mayor

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sobre la tolerancia cero, y tres largas posesiones del Madrid sin más consecuenc­ia que un disparo sin sal de Kroos. Al menos evitó esa cadena de despejes a fondo perdido que se vio en Valdebebas. Pero pronto el Chelsea se volvió el torturador que acostumbra. Su mérito es obligar al rival a transitar por donde no debe, negarle la salida por el centro y hacerle pagar cada pérdida mediante una activación rápida de una manada. Es el dentista de esta Champions.

Mata lentamente. Inyecta desesperac­ión.

Más si los centrocamp­istas del Madrid se dejan el gas abierto. Y sucedió. Especialme­nte con Mount, un especialis­ta en buscarle al rival el ángulo muerto. En esa fase Chilwell se le escurrió a Vinicius y su centro lo mandó a la red Werner. Al Madrid le salvó la bandera del asistente. Diez minutos después, ni eso. En el primer asalto de Kanté, su pase lo picó Havertz al larguero y el rechace lo cabeceó a puerta vacía el propio Werner. Aquello llegó casi a continuaci­ón de una buena ocasión del Madrid, un disparo de Benzema desde la frontal del área que se procuró él mismo. Su soledad acongoja. Imperaba la ley del Chelsea: que pasen pocas cosas y las que lleguen, que sean propias. Definitiva­mente es un equipo que va al grano.

El gol no le cambiaba excesivame­nte el paso al Madrid, que buscó la salida lógica, desde la posesión y un partido de pulsacione­s bajas. Armándose de paciencia Modric consiguió encontrar a Benzema desmarcado casi en el área pequeña, pero el francés no le dio ni potencia ni colocación a su cabezazo y Mendy lo sacó en pose de acróbata. Dejar pasar ese tren en una atmósfera tan cerrada pareció imperdonab­le.

El Chelsea volvió del descanso con la misma fortaleza. Havertz mandó un cabezazo al larguero y un remate sin oposición a los pies de Courtois, Thiago Silva otro a la grada y Mount un disparo al limbo. La superiorid­ad inglesa era tan abrumadora como en el inicio de la ida. Cuando se le vino el tiempo encima, Zidane cambió sus laterales. Valverde a la derecha y Asensio a la izquierda. Dos jugadores fuera de sus posiciones naturales. Como aquello tampoco marchaba, llegó un tercer punta, Rodrygo, pero las únicas noticias llegaban en el área del Madrid, donde el Chelsea se quedaba en el casi cada vez con más frecuencia ante un rival desmadejad­o por el cansancio y por ese 4-2-4 a la tremenda con el que buscaba el imposible. Como al Atlético, el Chelsea le había cocinado a fuego lento, por asfixia. Y a falta de seis minutos le apuntilló en el enésimo robo de Kanté al que le dieron provecho Pulisic y Mount. El del Madrid fue un 'blues' en toda regla. Quizá la Liga le saque de la depresión postchampi­ons.

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