AS (Las Palmas)

Jutglà, pesadilla del Atleti en Brujas

El delantero catalán destroza al Atleti en Champions con un gol y una asistencia ● A los rojiblanco­s les falta contundenc­ia ● Griezmann falla un penalti

- PATRICIA CAZÓN REPORTAJE GRÁFICO CHEMA DÍAZ Y AGENCIAS

La noche fue para el Atlético una pesadilla. Salió el Brujas afiladísim­o. Las piernas de Onyedika dirigían y las de Buchanan cortaban en la derecha rumbo a Oblak, sin encontrar rival. Porque si de entrada el Atleti tenía el dibujo del Pizjuán, 4-1-4-1 con dos cambios, Grizi por Saúl y Carrasco por Cunha, de salida le faltó todo lo demás. Con las manos en los bolsillos pareció ir de paseo. Fiado a las contras, como cerrojo estaba Giménez inspiradís­imo al corte, pero los minutos pasaban y el área de Oblak se iba convirtien­do en Troya. El Brujas no se iba de su hierba ante la incomparec­encia rojiblanca general. Solo faltaba saber quién de los belgas haría de caballo.

Buchanan, incontenib­le, buscaba con centros laterales a Jutglà pero el dominio avasallado­r no cristaliza­ba en peligro real. Ese que sí llevaba el Atleti cuando se plantaba ante Mignolet. Pero si primero éste alzaba la manopla como semáforo en rojo ante un tirazo escorado de Griezmann, después sería el pie en un mano a mano ante Morata. Había dejado solo al delantero ante el portero, por cierto, Nahuel. Un Nahuel más templado en defensa de cuatro, más cómodo arropado por Llorente, atreviéndo­se a hacer eso para lo que se le fichó: batir líneas con el pase y dejar atrás esa imagen del Nahuel que ya parecía un fracaso. La mejoría rojiblanca era solo maquillaje anaranjado sobre un rostro pálido. En la jugada siguiente, Simeone perdería a Marcos Llorente, mordisco, mano atrás y al banquillo, Correa dentro. Dos más tarde, Hoefkens encontrarí­a su caballo.

Y tenía que ser Jutglà. Ese Jutglà en estado de gracia. Ese Jutglà que entró en el área rojiblanca al galope, atravesand­o a los hombres del Cholo como si fuesen de papel. Nahuel se tiraba al suelo en vez de cortar, Correa miraba y solo miraba, Savic se hacía la estatua. Y Jutglà seguía y seguía: alcanzó la línea de fondo y forró el balón con celofán antes de enviárselo a Sowah que, en la línea, esperaba para batir a un Oblak ya batido. El Atleti hacía boom. La mecha, más que este Brujas líder e incontesta­ble, la había encendido el propio Atleti al alejarse de eso que una vez le hizo grande, de aquello que le hacía temible. El cholismo. Su garra, su contundenc­ia, su intensidad. Y ni el Cholo parece encontrarl­as.

Del descanso regresó sin Giménez, empeñado en batir sus propios récords personales en lesiones. Partido y medio ha durado esta vez. O 120’ porque desde el 30’ ya jugaba roto como una tacita de té. En su lugar, Kondogbia y todas las manos fuera de los bolsillos. Que esto es la Champions y es el sustento. Que esto es la Champions y a jugársela a Oporto ya fueron el año pasado con desfibrila­dor en la maleta. Pero si el Brujas no ensanchó la herida nada más comenzar la segunda parte fue porque Oblak siempre está al final del agujero. Oblak y su mano milagro ante ese Jutglà que seguía bailando. A él la música. Los focos. La Champions. A sus pies el Atleti hecho jirones.

Porque sacar las manos del bolsillo no le había dado contundenc­ia. Ni en las acciones ni en los duelos ni en las áreas. Los pasillos abiertos, el desorden total, como si el Atleti se hubiera desvalijad­o a sí mismo. A sus cuatro delanteros en la hierba (Morata, Grizi, Correa y Carrasco) les daba Jutglà una masterclas­s de movimiento­s y goles. La segunda vez que se plantó ante Oblak no perdonó. Aprovechó un rebote en Witsel para fusilar. Gol. Y el Atleti al borde de un ataque de nervios. Entró Cunha y alborotó. Entró Cunha y arrancó al Atleti de la abulia para provocar un penalti. Pero Griezmann, como en Milán, quiso ajustar tanto que la pelota se estampó en el travesaño sonando a bofetón. En la jugada siguiente lo enmendó con un gol, pero había sido en fuera de juego. João salió los últimos diez minutos pero se topó con Mignolet, como Correa, como Cunha, estampado el Atleti hasta 15 veces en sus guantes. Hoefkens ya se había abrigado. A Simeone, su Brujas, le deja el cuerpo lleno de demonios. Y a su equipo como triste caricatura de lo temible que una vez fue.

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