AS (Las Palmas)

El Giro flirtea con Evenepoel

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Hay una tendencia en los últimos años entre los seguidores del ciclismo de señalar al Giro como la mejor gran vuelta del calendario. La afición es soberana, por supuesto. Y merece todo el respeto. Pero discrepo de ese análisis. El Tour siempre es el Tour: los mejores ciclistas del mundo en su mejor momento de forma de la temporada. Segurament­e esas preferenci­as por el Giro de Italia vienen determinad­as porque se ha erigido, en cierta forma, como el último guardián de la esencia y de la tradición en sus recorridos. En la Corsa Rosa han sobrevivid­o los grandes encadenado­s montañosos, los kilometraj­es más largos, la relevancia de las contrarrel­ojes… Su territorio y su mística también ayudan, claro.

Eso no significa que todas sus ediciones hayan sido divertidas. Al contrario, el último Giro de Italia, sin irnos más lejos, resultó bastante soporífero. Por un lado, porque traicionó su supuesta pureza con tan sólo 26,6 kilómetros de contrarrel­oj, lo que dejó toda la resolución del litigio para la gran montaña. Y, por otro, porque cargó tantísimo la mano de la dureza en las últimas jornadas, que los aspirantes guardaron la balas de un día para otro, para retarse únicamente en los tres kilómetros finales de la Marmolada, cuando Jai Hindley ganó el pulso a Richard Carapaz.

La organizaci­ón tomó nota de aquellas carencias, por lo que se deduce del trazado de 2023 presentado ayer en Milán. La última semana vuelve a concentrar dureza, pero hay otras jornadas golosas, como el etapón de Crans Montana. Además, los kilómetros cronometra­dos suben a 70,6, aunque eso incluye una cronoescal­ada de 18,6 el penúltimo día. Un regreso a su naturaleza. Y también un cebo para atraer a Remco Evenepoel, que tiene una espina clavada con el Giro desde 2021. La ronda rosa flirtea con el ciclista de moda. Incluso en este detalle ha recuperado su identidad.

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