AS (Las Palmas)

“De donde yo vengo, sólo sobrevive el más fuerte”

Antonio Rüdiger

- MARCO RUIZ LA ENTREVISTA

Antonio Rüdiger (29 años) atiende la videollama­da de AS desde casa. Si en el campo es un torbellino, fuera de él se muestra pausado y reflexivo, extremadam­ente educado. Pero habla con pasión de sus recuerdos de infancia, de la importanci­a que tiene la familia en su educación y de la terapia que suponen para él los viajes a Sierra Leona, donde están sus orígenes. Las voces divertidas de sus hijos pequeños se cuelan de fondo. El fútbol le ha regalado la experienci­a de jugar en el Madrid y está dispuesto a aprovechar­la. “Me abro la cabeza por el equipo”, dice para explicar el punto de inflexión que supuso para él su gol al Shakhtar. “Eso es lo que soy yo...”. —¿Es el Madrid como se lo había imaginado? —Antes no me pude imaginar nada porque, para ser honesto, el gran sueño de mi vida siempre había sido jugar en la Premier. Simplement­e, pensé que el Real Madrid era algo que nunca me sucedería. No entraba en mi cabeza. Estaba increíblem­ente bien en el Chelsea. Y cuando al final te das cuenta de que el Madrid te quiere, dices: ¡Uau! De repente, cuando vienes, todo es grande, todo es espectacul­ar…

—¿Cómo fue ese momento en el que le dicen que el Madrid le quiere?

—Estaba en Londres con mi hermano. Fue él quien me lo dijo. ¡No me lo podía creer! Ni siquiera soy capaz ahora de explicar lo que sentí. Se me pone aún la piel de gallina.

—¿Cómo han sido estos primeros meses? Nueva casa, colegio nuevo para los niños…

—Cuando llegas a un país tienes que adaptarte en muchos aspectos, especialme­nte en lo que no tiene que ver con el fútbol. En realidad, en el fútbol sólo se habla un lenguaje. Es fácil. Lo demás, no tanto. Pero tengo suerte, mi familia ama estar aquí, mis pequeños van contentos a la guardería… Y si eso ocurre, yo también estoy feliz. Por lo demás, también me siento cómodo con la presión que hay en este club por ganar, es algo que va conmigo.

—¿Cómo se divierte cuando no está jugando al fútbol?

—Me gusta estar con mi familia. No hablar de fútbol, sino estar con ellos, ir a dar un paseo. Cuando era más joven y no tenía hijos, todo era diferente, iba más al centro de la ciudad…

—¿Cuántos hijos tiene?

—Dos, de uno y dos años… Cualquiera que tenga hijos de esa edad sabe de qué hablo, necesitan mucha atención y también los disfrutas mucho.

—¿Qué otras posibilida­des tuvo además del Madrid?

—Obviamente hubo más equipos, pero sólo me lo planteé con dos, Chelsea y Real Madrid. En Londres trabajé muy duro en los últimos cinco años y tenía un estatus adquirido. Era eso, o el Madrid.

—¿Tocó el Barcelona a su puerta?

—Tocaron a mi puerta, lo hicieron. Pero para mí no fue una posibilida­d. Como le dije antes, el Madrid para mí ni siquiera era un sueño porque parecía algo inalcanzab­le… Si mira los nombres que han jugado aquí: Zidane, Ronaldo, Cristiano… Tener la posibilida­d de jugar con Modric, Kroos o Benzema... Era difícil decir que no.

—¿Cuáles son los primeros recuerdos que tiene del Real Madrid?

—¡De verlo en televisión! Mi primer recuerdo es de Zidane marcando aquel gol en la final ante el Bayer Leverkusen, de volea, con la izquierda. Y recuerdo cómo a los diez minutos ya estaba sudando a tope. (Risas).

Le ocurría siempre. Zidane era increíble, su fútbol era arte. Y eso fue lo primero que vi, a él y a Ronaldo, Roberto Carlos, Beckham, Raúl… Muchas estrellas en un mismo equipo, y eso es lo que el Madrid representa. Y cuando ves el estadio… ¡Ahora tengo la oportunida­d de formar parte de esto! —Usted creció en un barrio conflictiv­o de Berlín, Neukölln. ¿De qué manera forjó su carácter?

—Influyó mucho, seguro. En casa éramos seis hermanos y no había mucho dinero. Y fuera, en las calles, era una zona muy dura, había muchos refugiados viviendo allí. Para mí, cuando era pequeño, luchar o pelearme en la calle era algo normal. Simplement­e, era lo normal. Al final, de donde yo vengo, sólo sobrevive el más fuerte. Es así. Y eso es lo que soy hoy en día. Abandonar no está en mi ADN, no está en mi mente. ¡Mi madre me llama soldado por esta razón! Y hoy todavía soy así, muy cabezota. No me gusta perder. Me cuesta aceptarlo.

—¿Llegó a tener alguna mala experienci­a real en Neukölln, algún problema serio?

—¡Gracias a Dios, no realmente! El crimen estaba muy presente, y si lo ves casi todos los días, se convierte en algo normal para ti.

—Entiendo…

—Era algo normal, algo que ocurría todos los días. Lo ves y no te altera. Pero lo de pegarse, era algo que sí sucedía un día sí y otro también.

—¿Son todo malos recuerdos?

—Es increíble porque éramos realmente felices. Mi familia vivía en la planta 16 de un edificio muy alto de viviendas sociales. Mis padres no me permitían salir al balcón porque era demasiado inestable. Pero fue la mejor época de mi vida. Para mí, la familia es muy importante y éramos realmente una piña. Y ahora sigue

El Barça “Llamó a mi puerta, pero para mí el Madrid era más que un sueño”

Mentalidad “Abandonar no está en mi mente. Mi madre me llamaba soldado”

siendo igual. Echo de menos aquellos tiempos. No teníamos mucho dinero, pero estábamos juntos, éramos ricos en eso. El dinero nunca estaba en nuestras conversaci­ones.

—¿Cómo era la vida en aquel pequeño apartament­o?

—Somos cuatro hermanas y dos hermanos y dormíamos por sexos, niños con niños y niñas con niñas. El apartament­o era pequeño, pero tenía tres habitacion­es. Mis padres trabajaban muchas horas y muy duro…

—¿A qué se dedicaban?

—Mi padre lavaba platos en un restaurant­e y mi madre cuidaba la casa. Cuando ves a tus padres trabajar así de duro para ti, algún día quieres darles descanso y, a dios gracias, yo pude hacer que eso ocurriera.

—¿Cuál fue la mejor enseñanza que le dejaron?

—Siempre me dijeron: la única manera de alcanzar el éxito es si tú también puedes alegrarte por los demás. Nunca me enseñaron a estar celoso por los demás. Y eso es muy importante, porque hoy en día vivimos en un mundo donde la gente mira demasiado lo que hacen los demás. La gente se compara con la otra gente. Yo no hago eso. Creo que cada persona, por sí misma, es especial. Eso es lo mejor que me enseñaron. Y mi madre también solía decirme: “Respétate a ti mismo siempre”. Se suele hablar mucho de que hay que respetar a los demás, pero primero hay que respetarse a uno mismo. Cuando haces eso, respetas a los demás automática­mente.

—¿Qué hizo con su primer gran sueldo?

—C o m p r é u n a casa para mis padres, en Alemania. Fue el primer placer que me di en ese sentido. Ahora en esa casa vive una hermana mía, porque mis padres se fueron a África y van y vienen…

—¿Usted ha visitado Sierra Leona?

—Es genial ir allí. Ahí soy yo el que se convierte en un gran modelo para los más pequeños. ¿Sabe? En Europa la gente se queja mucho de estar estresada. Y vas allí y ves qué es realmente el estrés. Te das cuenta muy rápido, y dices: “Gracias Señor por la vida que me has dado”. —¿Qué es lo realmente estresante allí?

—Amigo, el estrés allí es no saber qué vas a comer mañana. Eso sí es estrés. Aquí, en Europa, tenemos todo lo que necesitamo­s. Pero siempre queremos más y más, más y más… Ir allí es una buena terapia.

—¿Usted dónde empezó a jugar al fútbol?

—¡En Neukölln, en la calle! Puede imaginarse cómo eran aquellos partidos sin árbitro (Risas).

Muchas faltas, mucha dureza… Nadie quería perder. Algunas veces apostábamo­s: “El que pierda tiene que ir allí y comprar kebabs para el otro”. ¡Imagínese la tensión que había allí! Pero era estupendo.

—¿Qué aprendió jugando en la calle?

—A ser duro en el campo. Allí no había nadie que pudiera ayudarte, estabas solo, el juego era duro de continuo y nadie iba a venir para ayudarte.

—¿Allí empezaron a llamarle Rambo?

—Sí, sí (Risas). Porque siempre estaba listo para la acción.

—¡Igual que ahora!

—Para mí, John (Rambo) era igual: si puedo herirte, voy a herirte (Bromea). Por eso los chicos me llamaban Rambo.

—¿Cuáles fueron sus ídolos futbolísti­cos de la niñez?

—Uno siempre se fijaba en los delanteros. Realmente, mi preferido era Ronaldo. Era rápido, marcaba goles… Era el mejor.

—¿Lo ha podido conocer?

—No todavía. Pero cuando firmé por el Madrid tuvimos la oportunida­d de hacer una videollama­da.

—¿Por qué se identifica tanto con Pepe?

—Me gusta mucho, no hay más. Hay mucha gente que piensa que es demasiado agresivo, pero yo creo que es un futbolista excelente. Y eso es lo que yo vi en él. En él se cruzan dos tipos de carácter. He oído que fuera del campo es un tío excelente, calmado… Pero dentro del campo es… Bueno, una persona diferente. Para mí ha sido un top-3 de los centrales de esta generación.

—¿A usted no le da miedo que se le tenga por un jugador agresivo?

—No he visto ninguna tarjeta roja en los últimos cinco años. La gente sabe que me gusta ser agresivo en el campo, pero también que actúo de la manera más limpia que sea posible.

—Primero jugó en el Stuttgart, pero su gran explosión fue en la Roma. Y ha tenido varios técnicos italianos: Spalletti, Sarri, Conte… ahora Ancelotti. ¿El gen italiano está en su fútbol?

—Mi transferen­cia a la Roma ha sido el paso más importante que di en mi carrera. Me gusta todo lo que me pasó allí. Aprendí mucha táctica y me encanta la mentalidad de los entrenador­es italianos. Pero, en comparació­n, Ancelotti es totalmente diferente a todos.

—¿Por qué?

—Conte es superduro, Spalletti, igual. Sarri también es muy exigente… Pero Ancelotti es diferente. Es un señor, tiene mucha experienci­a, es calmado… Le viene como un guante al Madrid porque fuera hay mucha presión, mucha, y necesitas a alguien que aporte calma, y él lo hace genial.

—¿Cómo es su relación con él?

—La describo como normal, la que tienen otros jugadores. Me siento respetado y aceptado y por mi parte, es recíproco.

Su fútbol “En el campo me gusta ser agresivo, pero juego limpio”

Ancelotti “Le viene como un guante al Madrid, es un señor, calmado...”

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 ?? ?? Antonio Rüdiger, posando para un reportaje reciente
Antonio Rüdiger, posando para un reportaje reciente

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