AS (Las Palmas)

Te quiero, Havertz

- DESDE LA TELE TOMÁS RONCERO

Tres minutos de sonrojo. Durante tres minutos, a todos los amantes de nuestra Selección

se nos cortó la digestión, se nos heló la sonrisa generada desde el ya lejano 7-0 a Costa Rica y nos vimos metidos en el pozo de una de las mayores humillacio­nes futbolísti­cas sufrida por nuestra querida

España. Entre mil posibilida­des, casi nadie calibraba esta opción, que nos atropelló durante esos tres minutos que fueron un tormento, con un ejército de samuráis dejando en evidencia la fragilidad defensiva de La Roja, agujereada por los costados y por un eje de la zaga y un portero nerviosos y desquiciad­os. Cuando marcó Vargas, en colaboraci­ón con Neuer, el 2-1 a favor de Costa Rica, en El Carrusel nos quedamos petrificad­os. No era una broma. España y Alemania estaban rumbo a casa, con Japón y los ticos clasificad­os en un grupo de locura. Fueron tres minutos donde vimos pasar los fantasmas del gol de Katalinski en Frankfurt, el no gol de Cardeñosa a Brasil en Mar del Plata, el gatillazo infame de nuestro Mundial de

España en 1982, el penalti fallado por Eloy ante Bélgica en México, el gol de Platini por debajo del cuerpo de Arconada en la final de la Euro 84, el ridículo ante Nigeria en Nantes (con autogol de Zubizarret­a incluido), el fallo de Julio Salinas ante Pagliuca, el codazo a Luis Enrique de Tassotti, el penalti fallado de Raúl ante Francia en Brujas, el mangazo de Al Ghandour a la España de Camacho ante Corea, el 5-1 de Holanda en Salvador de Bahía al equipo que venía de ganar el Triplete de Oro

(Eurocopa-Mundial-Eurocopa), el partido de la infamia y los pasecitos ante Rusia en Moscú hace cuatro años... Esas han sido las fotografía­s más borrosas de la

Sala de los Horrores de nuestra Selección, capaz siempre de lo mejor y de lo peor, de hacernos llorar de alegría y de rabia, de enorgullec­ernos y abochornar­nos. ¡Vaya nochecita!

Fútbol para todos los públicos.

Si los japoneses jugasen como su universal serie de dibujos animados Oliver y Benji de la serie ‘Campeones’, segurament­e serían una potencia con derecho a estar entre las candidatas para jugar la final del día 18 en Doha. Nuestros hijos crecieron imitando las filigranas imposibles de Oliver Atom y Benji Price. Los nipones también quisieron seguir esa estela, y ojo que Take Kubo, Kamada, Ito o Mitoma siguieron esa línea futurista y filigraner­a de ficción. Vaya baile nos metieron en el arranque del segundo tiempo. Entre las frivolidad­es de Unai Simón en la salida de balón (¿está prohibido dar un pelotazo y evitarse problemas absurdos?) y una defensa frágil como la porcelana china, el japonesazo se fue consumando. Qué impotencia.

Los miles de aficionado­s españoles que estaban en las gradas del Khalifa vivieron momentos de angustia cuando el 2-1 de Costa Rica y la derrota ante Japón nos echaban del Mundial...

Havertz, nuestro héroe. Todo lo arregló un chaval nacido en Aquisgrán hace 23 años. Se llama Kai (parece un nombre japonés) y se apellida Havertz. Lo conozco antes que muchos de ustedes, dado que mi hijo me pidió su camiseta como regalo de cumpleaños en 2017, cuando el germano era un crío de 18 años que empezaba a despuntar en el Bayer Leverkusen. Marcos

la quería como fuera y tuve que recurrir a mi amigo José Carlos Menzel para que me comprase su camiseta en la tienda oficial del Bayer. Pues un lustro después Havertz (que dio hace dos años la Champions al Chelsea ante el City de Guardiola) ha sido nuestro héroe. En plan torero, su doblete nos dio la vida cuando ya no teníamos pulso y preparábam­os las exequias. Havertz nos dio una vida que quizás no merecíamos. Ni siquiera fuimos capaces de empatar a Japón para devolverle­s el favor a los alemanes. Pasar así a octavos no era el plan, aunque el cuadro parezca más favorable. Ojo a Marruecos, para mí la selección revelación de Qatar 22.

Jugando así, más vale no hacerse muchas ilusiones...

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Los onces de Japón y España posan en la tradiciona­l ceremonia de los himnos nacionales en el estadio Khalifa, con gran cantidad de aficionado­s españoles.
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Luis Enrique, abatido y sin respuestas, tras el segundo gol de Japón.

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