AS (Las Palmas)

A vivir al límite

Lamine sigue al mando de las operacione­s ● En el Celta, se complica la situación de Benítez

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También, pensando en Nápoles, Xavi se reservó de inicio a Íñigo Martínez, para seguir dando carrete a Cubarsí. Nada que oponer si no fuera que el cambio de la operación suponía que Koundé siguiera en el once titular, cosa que (perdonen que relate el desenlace de la trama) resultó nefasta.

Siempre Yamal. De entrada, para qué vamos a decir lo contrario, el partido fue un desastre. Un auténtico peñazo en el que ni el Celta ni el Barcelona sabían qué hacer con la pelota a excepción de cuando esta llegaba a Lamine Yamal, que fue lo más peligroso del Barcelona.

En medio de tanto tedio, de tanta mediocrida­d y de tanto adocenamie­nto, apareció la luz de Lamine Yamal que activó en el límite de la primera parte a Lewandowsk­i, que

Celta-Barcelona metió un golazo en base a lo que define a un gran delantero: control orientado y zurriagazo.

El Barça volvía a estar en un territorio cómodo. El de tener el partido controlado, en ventaja y gestionar la ventaja. Y volvió a pisar la única caca de perro que había en la autopista nada mas comenzar el segundo tiempo cuando Iago Aspas cumplió con su deber ante el Barça. Esta vez ayudado por Koundé para empatar un partido que el Barça volvió a tener en la cornisa.

Pero esto del fútbol es indetectab­le y tiene finales imprevisto­s. Lamine logró que le hicieran un penalti tan claro como innecesari­o que Lewandowsk­i, tras hacer la de Chiquito (No puedorrr) convirtió en un tanto agónico.

REPORTAJE GRÁFICO LALO R. VILLAR Y SALVA SAS

Salió a dar la cara por decisión propia al término del encuentro y pidió perdón. Le honra porque es poco habitual en el mundo futbolísti­co. De todas formas, el error individual es un mal colectivo en el Celta. No hay día que no haya un tiro en el pie y así parece imposible salvarse. De momento, los vigueses continúan a salvo por deméritos de los demás, pero la puntuación es extremadam­ente baja. Y es que al equipo de Benítez no le basta con realizar partidos notables para sumar, siempre necesitan la perfección. Los errores individual­es, cada vez más groseros, siembran las dudas en Balaídos. La final de Cádiz marcará el nivel de agonía, pero cada vez cuesta más resetear después de los encuentros. El cabreo durará tiempo, pero al Celta le va la vida en el siguiente partido. No hay margen.

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