AS (Levante)

Yo me voy del Manzanares

Doblete de Torres, final perfecto Correa hizo el último gol del estadio Williams, el del Athletic Adiós a Tiago

- PATRICIA CAZÓN

Día cero, acabó la cuenta atrás. El árbitro pita el principio y es mi final. Soy cemento, cristal azul, encofrado. Soy mármol, asientos rojos y blancos. Me llamo Vicente Calderón. Escribo a través de los gritos, de los suspiros. Comencé hace más de 50 años, cuando lo hacía la minifalda y en la radio sonaban los Beattles. Hoy, en la era de Twitter, siento como la maleza brota en mis cimientos, ganando su sitio. En septiembre ya no seré. Lo que seguirá a mi verano será la piqueta, la nada.

Raúl García, ay. Me pisa y me pone la hierba de punta. Le vi antes salir del túnel con otros colores pero bordeando mi escudo en el césped para no pisarlo, como antaño, siempre. La grada cantaba, yo aproveché para sonreír. Mi última tarde trae cielo gris, como aquella primera mañana de 1966. El balón rueda. Mi Atleti y el Athletic juegan mi último partido oficial de Liga. Cada cosa que pasa es la última. Última previa, último tifo, último himno a capella. Nunca me hicieron tantos selfies. Me siento guapo aunque viejo. Me siento lleno. Ella, la afición, me llena. Está como yo: un ojo aquí y otro en todas partes. Césped, marcadores, gradas.

¿Por dónde comenzará la piqueta? ¿Qué gol me arrancará primero? Del norte el de Gárate al Celtic, el de Vieri al PAOK. Del sur el de Ayala en la Interconti­nental, el de Saúl al Bayern o éste que acaba de pasar. Lo ha hecho Torres, mi Niño, minuto 7. Porque el árbitro pitó y activó ese reloj que atrona en mis entrañas desde agosto. Dos minutos después, me regala un acrobacia, 2-0. Ay Niño, todavía no tienes esa foto con Neptuno para ya nunca nadie te quitará ésta: hacer mis dos primeros últimos goles. Detienes la M-30, detienes el mundo… Lolololo. El Atleti ha borrado al Athletic. Ellos se jugaban Europa, pero los míos juegan por mí.

Tic-tac, cada segundo muerde. ¿Alguien sabe cómo se para un reloj? Tras hoy no volveré a sentir cómo me pisa Gabi, a Tiago (gracias, gracias), cómo las botas de Koke piensan al rozarme, cómo Grizi se saca de mi hierba la capa mientras sus pies me hacen cosquillas. Cada

tic-tac acelera mis recuerdos. De pronto llueve y jamás sentí sobre mí una lluvia tan salada. No cae del cielo, sino de la gente. Yo pienso en aquella película, Blade Runner.

Porque yo he visto cosas que vosotros no creeríais. En mí jugó Futre, y Arteche, y paró Reina, y marcó Gárate, y Adelardo vistió al Atleti más que nadie. Sobre mi hierba tuve a Leivinha y Pereira, a Alemao, a Kiko, a Forlán y Falcao. Porque yo vi a Luis aunque ahora sólo pueda escuchar su nombre.

Luis Aragoneees canta la grada. Este domingo sus cánticos son nombres: los de aquellos que me hicieron más grande. Atleeeti, Atleeeti.

¿Nadie se da cuenta cómo se pone mi hierba de punta? Es la única manera que tengo de decirles lo orgulloso que me hicieron sentir estos años. A ellos, jugadores, a ella, afición. Infinito, aunque me acabe. Porque yo al principio sólo era cemento pero ellos me descubrier­on que mi hormigón eran paredes, casa, su casa.

¿Cómo olvidar sus avalanchas cuando Pantic lanzaba un córner? O este gol de Correa que será para siempre mi último, como el primero siempre fue de Luis. O que el Athletic esta tarde también hizo uno pero no fue Rulo, sino Williams (70’). Aunque en realidad eso ya no importa. Porque de este partido no quedará eso sino los selfies que no paran, el bote por última vez en mi viejo hormigón, la despedida a Tiago.

Adiós Calderón, adiós, parece gritar un balón por el centro cuando el árbitro pita. Yo me encojo. El cemento no se diferencia mucho de la piel: siempre pide cinco minutos más, y cinco... Porque hay cosas que, de vividas que están, es imposible que no tengan vida. Y ojalá no se olvide que, entre los Metropolit­anos, hubo un estadio llamado Calderón donde el Atleti levantó 19 títulos, Simeone pasó del corto al traje negro y Kiko inventó el arquero. De vuestra memoria queda. Se va uno de los vuestros, nunca lo olvidéis. Porque nos hicimos mayores y lo que se quedó en el camino fuimos nosotros mismos.

Ahora sí que llueve, aunque siga sin llover.

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 ??  ?? EMOCIONANT­E ADIÓS. Este fue el tifo del último partido del Atlético en su historia del Calderón. La emoción llenaba el aire. La grada llena, absolutame­nte rojiblanca.
EMOCIONANT­E ADIÓS. Este fue el tifo del último partido del Atlético en su historia del Calderón. La emoción llenaba el aire. La grada llena, absolutame­nte rojiblanca.

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