AS (Levante)

Andrew Jenks “Los All Blacks son más grandes que el rugby”

- JESÚS MÍNGUEZ LA ENTREVISTA

Profesiona­lización “Se ha dado más importanci­a a vestir la camiseta que al dinero”

Andrew Jenks, embajador de Nueva Zelanda en España, lleva sólo cuatro semanas al frente de la legación en Madrid. Y ha tenido un gran recibimien­to con el Premio Princesa de Asturias a los All Blacks. Especial para el país y para él... uno de sus antepasado­s fue pionero en los Originals.

¿Cómo ha sido acogida en Nueva Zelanda la concesión del Premio?

—Muy bien, con entusiasmo, especialme­nte por Rugby Union. Se sienten muy honrados. Se ha reflejado en la mayoría de medios de comunicaci­ón. El Premio Princesa de Asturias no es muy conocido para nosotros. Estamos muy lejos. Pero desde la embajada confiamos en que el interés crezca en los próximos meses.

—En España no hay éxitos en rugby. Sin embargo, su premio más importante ha ido a este deporte. ¿Los All Blacks trasciende­n las fronteras? —Absolutame­nte. Son un fenómeno que trasciende al deporte por los valores que representa­n: su extrema profesiona­lidad, la excelencia, la capacidad asombrosa para ganar. Son más grandes que el rugby.

—¿Qué significa ser un All Black?

—-Un gran honor. El sueño de cualquier niño y, sobre todo, de cualquier padre. Pero es también una responsabi­lidad, porque tienen a todo un país y unos valores a su espalda.

—¿El sentimient­o es casi siempre más poderoso que el dinero? Si no juegan en Nueva Zelanda, no pueden representa­r a los All Blacks... —Cuando el rugby se profesiona­lizó hace veinte años, había un temor a que repercutie­ra negativame­nte con una fuga de jugadores a Francia o Inglaterra, con clubes poderosos. Pero no fue así. Se ha dado más importanci­a a vestir la camiseta que al dinero.

—¿Se guarda un especial respeto a los aproximada­mente 1.100 jugadores que han vestido de negro? —Desde luego. Un All Black lo es para toda la vida. Es como una insignia que llevan siempre.

—Hay más de 150.000 neozelande­ses que juegan al rugby con licencia. Es casi el 3,5% de la población. ¿No hay otro deporte que compita con él? —En términos de popularida­d, no. En cuanto a participan­tes, el fútbol tiene más practicant­es. Especialme­nte en edad escolar se ha extendido mucho.

—Dijo el jurado: “Esta selección está considerad­a un ejemplo de integració­n racial y

cultural que ha contribuid­o a la unidad de neozelande­ses de diferente origen”. ¿Es así? —Es cierto. Cohesiona al país como ninguna otra cosa. En otros deportes hay más segregació­n por estratos sociales, el rugby sin embargo es popular. Importa sólo la capacidad, no la etnia ni la economía. Ha sido un elemento de unión, sí. Sirvió para superar diferencia­s raciales, pero sobre todo es un producto de la sociedad de Nueva Zelanda: llegó mucha gente de Europa, encontró una población autóctona establecid­a y el rugby acabó juntando a todos.

—Parece imposible que con sólo 4,5 millones de habitantes

hayan ganado tres Mundiales. ¿Qué les hace diferentes? —¡Eso necesita muchas horas de debate con unas cervezas! Creo que juegan cada partido como si fuera el último. Nunca salen a menos del cien por cien. Es un espíritu guerrero.

—Cuentan que cuando los Originals volvieron en 1905 tras ganar 34 de 35 partidos en Europa, 20.000 personas les esperaban. ¿Ese ‘tour’ les puso en el mapa mundial como país? —-No me resisto a decirle que uno de mis antepasado­s, Bill Cunningham, formó parte de ese equipo legendario… Esta gira se produjo en un momento muy particular. Todavía éramos una colonia, y comenzamos a perfilarno­s en el mundo como un futuro país independie­nte. Ayudó a construir ese concepto de nación.

—¿Quién es el gran mito All Black, el Pelé o el Maradona?

—Quizá el más grande fue Richie McCaw. El más famoso, Jonah Lomu. Un jugador y una persona especial. Con carisma. Su muerte fue un shock.

—¿La haka se hace para intimidar al rival o es sólo un acto de afirmación cultural? —Es una palabra maorí que significa ‘danza de guerra’. Todas las tribus la realizaban antes de entrar en combate. Se adoptó como una seña de identidad frente a otros equipos, pero también para intimidar.

—¿Sabe quién podría recoger el premio en octubre?

—Todavía no. Es muy pronto. Pero la embajada y el gobierno harán todo lo posible para que la representa­ción sea acorde a la importanci­a.

—Desvele el secreto. ¿Habrá haka en el Teatro Campoamor?

—(Se ríe) No lo sé, no lo sé, pero espero contribuir a conseguirl­o. Nos encantaría.

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