“Parece que estamos de nuevo en la villa olímpica”
De Atlanta a Río: en Montjuïc se reunieron las seis medallas de la gimnasia española
Alejandra
“Salimos y sólo queríamos comernos el tapiz y la plata”
Lamarca
“Cuando me cambio de casa, la medalla es lo primero que me llevo”
Un hombre, diez mujeres, la historia olímpica de la gimnasia contada en once personas. De Atlanta a Río, de 1996 a 2017, tres oros, tres platas. Lourdes Mohedano, Alejandra Quereda y Sandra Aguilar no pueden ocultar la emoción en sus voces. “Este es un encuentro muy bonito. Compartir experiencias”, confiesan. Es la primera vez que todos se juntan. “Por separado hemos coincidido pero algo así no”. “Es increíble”, dicen y vuelve todo: la música Vida Carnaval, Samba, caminar por el túnel, sin nervios. “No, no los había. Habíamos entrenado muy bien, nos salían las cosas, eso nos daba tranquilidad”, lo ha dicho Alejandra Quereda, capitana. “Salimos y sólo queríamos comernos el tapiz”. Y lo hicieron. Plata. Subir al podio es una experiencia que no pueden explicar. “Son personas”, dice Lourdes. “Es algo para lo que uno no se puede preparar. Una medalla olímpica es diferente a todo lo demás”, susurran y, a su lado, ‘Las niñas de oro’ asienten.
Tania Lamarca ha cambiado de casa muchas veces, pero ese oro olímpico es lo primero en su maleta. “Siempre, siempre viene conmigo, donde vaya”. A su lado, Estela Giménez sonríe. Su oro en Atlanta, 1996. Hoy apenas hablan de eso: las niñas de oro se hicieron mujeres (“y estamos estupendas eh”, bromea Estela) pero nunca perdieron el contacto (“tenemos un grupo de whatsapp ‘olímpicas”). Hoy, sin embargo, apenas hablan de aquello, de la música de West Side Story llenando el aire mientras sus cintas y pelotas bailan y ellas, sobre el tapiz, acompañan. “No, no. Para nosotras lo mejor de este eventazo es que nos hace sentir de nuevo en la Villa olímpica”.
Y eso también siente Carolina Pascual, único oro olímpico en la historia de España de una gimnasta en concurso individual. Fue en Barcelona, sus Juegos, Montjuïc le devuelve todos aquellos recuerdos. A su lado, un chico respira hondo, en la piel lleva varios aros olímpicos. Sydney 2000, Atenas 2004. Oro, oro, plata. Es Gervasio Deferr. “Barcelona 92 fue el inicio de todo. Yo tenía 11 años y en esos Juegos supe que quería ser campeón Olímpico”, dice mientras mira Montjuïc. En su grada vacía todos vuelven a sentir en el pecho los 412 gramos que pesa una medalla que los hizo únicos, para siempre, inolvidable. La olímpica.