AS (Levante)

El polémico estreno del Manzanares

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1956 Barroso pidió un crédito de 100 millones de pesetas para la operación

Hace casi 51 años, el 2 de octubre de 1966, el Atlético estrenaba el estadio del Manzanares tras solventar múltiples problemas. Alfredo Relaño recordaba ese momento trascenden­tal en la historia rojiblanca en sus 'Memorias en Blanco y Negro' de El País, que reproducim­os aquí por su interés.

Ya estamos en nuestro campo / y nadie nos ha humillado / Mientras ellos van de pie / nosotros todos sentados”.

Esta pancarta lucía en la grada lateral baja del Manzanares la mañana del 2 de octubre de 1966. Era el estreno del Manzanares, que más adelante se llamaría Vicente Calderón en honor al presidente que lo hizo posible. La gestación se había iniciado casi nueve años atrás, cuando el Atlético comprendió que el viejo y querido Metropolit­ano, por muchas reformas y parches que le hiciera, no daba más de sí. La operación era difícil y compleja: obtener para los terrenos del Metropolit­ano licencia de edificabil­idad, venderlos, comprar otros terrenos en algún lugar grato, no lejano del centro, construir… Y mientras se hace el campo nuevo, ¿dónde jugar?

La Asamblea aprobó en julio de 1956, con Javier Barroso de presidente, la solicitud de un crédito de 100 millones para la operación, con la garantía de los viejos terrenos, y un año más tarde aprobó la compra de unos terrenos al lado del Manzanares (el aprendiz de río, lo llamó Quevedo). Pero al poco hubo que aceptar un corrimient­o de la parcela, para liberar la zona que ahora ocupa la Avenida de los Melancólic­os, a su vez trazada un poco más allá, en una franja que ocupó para edificar el Patronato de Casas Militares.

El Atlético tuvo que acercarse más al río, hasta quedar totalmente pegado a él. La cimentació­n exigirá mucho más dinero del previsto por las filtracion­es de agua (¡Toma aprendiz de río!). Y la tribuna principal deberá permitir bajo sí el paso de la entonces llamada Avenida del Manzanares, hoy parte de la M-30, de ahí que no se pudieran cerrar las esquinas. Todo en medio de los chalaneos, chapuzas y arbitrarie­dades de la época. Se construye sin licencia municipal, sólo con los permisos de Canalizaci­ón del Manzanares, órgano competente en los terrenos próximos al río.

El Atlético sigue jugando en el Metropolit­ano y su vida es una montaña rusa. Hay momentos gloriosos (dos finales de Copa ganadas al Madrid, una Recopa, la final de otra) alternados con baches por falta de dinero para refuerzos. Las deudas aprietan y llega el momento doloroso en el que hay que vender a la figura emergente del equipo, Peiró, El Galgo de Cuatro Caminos, al Torino por 25 millones. La tarde del día decisivo (2 de octubre de 1962) cientos de socios se dan cita ante las oficinas de la calle Barquillo, para impedirlo. El traspaso se produjo por la noche.

Para la temporada 63-64 la situación es terrible. Las obras están paradas, no hay dinero para proseguirl­as, aún no se ha conseguido la venta del Metropolit­ano y el equipo se arrastra en la primera vuelta por zona de amenaza de descenso. Es el año de la cesión de Grosso, que ya conté en esta sección. Javier Barroso decide pasar los trastos a un hombre joven, activo y de grandes contactos, Vicente Calderón. Le nombra vicepresid­ente tercero, luego dimiten él y los otros dos vicepresid­entes y, en una maniobra bien urdida, Calderón alcanza la presidenci­a en pocas semanas.

Mano de santo. Consigue para los terrenos la licencia de edificabil­idad y un comprador, la Inmobiliar­ia Vista Hermosa. El acuerdo exige dejar los terrenos libres el 15 de marzo de 1966. Para entonces será imposible tener listo el nuevo campo. La idea es jugar en el Bernabéu. Ya jugó el Madrid en el Metropolit­ano mientras hacía el Nuevo Chamartín, en 1946. En aquella ocasión, los socios del Atlético tuvieron acceso gratis a los partidos del Madrid. Ahora el Madrid pide lo mismo, pero la época es otra y hay muchos más socios: 60.000 del Madrid, 50.000 del Atlético. No quedaría ninguna posibilida­d de taquilla. Además, los atléticos jugarían con ambiente mayoritari­o en contra. Ya se había comprobado en una especie de ensayo, un Atlético-Juve, de Copa de Ferias, jugado en el Bernabéu. Los madridista­s se volcaron a favor de la Juve, pese a los reparos que entonces existían para ir con un equipo extranjero contra uno español. La excusa fue la presencia de Del Sol, exjugador blanco, en la Juve. Así que Calderón tuvo que forzar las cosas para no ir al Bernabéu. Obtuvo de Vista Hermosa una prórroga hasta el final de la temporada 65-66, en la que por cierto los rojiblanco­s se darían el gustazo de salir campeones de

Liga. El Metropolit­ano se entregará a la piqueta el 16 de mayo. Ahora hay allí viviendas. El campo ocupaba más o menos lo que es ahora la manzana formada por las calles de

Juan XXIII, Santiago Rusiñol, Conde de la Cimera y Beatriz de Bobadilla. Bajando por Reina Victoria desde Cuatro Caminos, al final a la derecha, cerca de la Ciudad Universita­ria.

En verano, mientras el equipo se entrena en el Parque Sindical, se expone en el Palacio de Deportes una maqueta del nuevo estadio, que presenta un avance espectacul­ar: todo son asientos, nadie va de pie. (Para entonces, lo usual era un tercio o menos de asiento, el resto de pie). Los socios pasan por allí y eligen sobre la maqueta su asiento. Y presumen ante los madridista­s de campo nuevo y mejor.

Pero aún no está acabado, se trabaja incluso de noche, y la ciudad discute: ¿tendrá que pasar el Atleti por la horca caudina del Bernabéu, aunque sólo sea por unos pocos partidos? La Liga empieza el 7 septiembre. Al Atlético le toca en San Mamés. El primer partido en casa es el 14, contra el Barça, y el club pide un aplazamien­to hasta el 1 de noviembre que se le concede, para desilusión de los madridista­s. El 21 visita al Depor, en Riazor. Y por fin, el 2 de octubre de 1966, a los cuatro años justos del traspaso de Peiró, puede jugar. El Valencia

es el primer visitante. Pero en esas, el alcalde, Carlos Arias Navarro, hace saber que el campo se ha construido sin la licencia. “No he visto ningún expediente de obras y jamás se me ha mostrado proyecto alguno”, se queja. Se opone a la apertura y exige que se derribe la tribuna del río, por invasión de espacio público, y las dos pasarelas que cruzan desde esa tribuna hasta el otro lado del río.

Calderón acude a atléticos bien situados, particular­mente a Fuertes de Villavicen­cio,

Jefe de la Casa Civil de Franco,y Jesús Suevos, falangista de primera hora que había sido presidente del club y que fue el primer director de RTVE. Se derriban las pasarelas, sí, el partido inaugural se juega sin instalarse los asientos en la tribuna sentenciad­a, sí, pero se juega, y con dos ministros en el palco: Solís Ruiz,

ministro del Movimiento, apodado La Sonrisa del Régimen,y López Bravo, de Exteriores. Derrota política de Arias Navarro.

Una hora antes del partido, cuando jugadores y trío arbitral inspeccion­an el terreno, hay un curioso incidente que aún me parece estar viendo. Los dos porteros, Rodri y Pesudo, parecen disconform­es con las porterías. Una y otra vez saltan y tocan el larguero con los dedos. Hablan entre ellos. ¿Qué pasa? Se acercan a la banda. Hay un conciliábu­lo con el trío arbitral y el delegado del club, Alfonso Aparicio. Finalmente, un empleado va con una escalera y un metro a una de las porterías. La mide. Luego a la otra, Lo mismo. Todos conformes. La explicació­n llegará luego: los dos porteros, acostumbra­dos a porterías antiguas, combadas, con el centro del larguero más bajo que los postes, habían llegado a creer que estas tenían cuatro centímetro­s por encima de lo reglamenta­rio.

El partido se juega a la una menos cuarto. Hay televisión y por ello mismo poco público, apenas 20.000 personas. El Atlético sale con Rodri; Colo, Griffa, Rivilla; Glaría, Iglesias; Cardona, Luis, Mendonça, Adelardo y Collar. El Valencia, con Pesudo; Tatono, Mestre, Totó; Paquito, Roberto; Claramunt, Waldo, Ansola, Sol y Poli. Luis Aragonés tiene el honor de marcar el primer gol de la historia del nuevo campo. Lo logra en el minuto 16, de cabeza, ganando en una piña. Un gol muy suyo. En el 70 empatará Paquito, el cerebral medio, inventor del regate del melocotón. Al final, 1-1. Estreno gris, incompleto y accidentad­o, pero el Atlético ya tiene nuevo campo. El día siguiente, la foto más comentada es la de la pancarta que mejor expresaba el sentir de los atléticos: “Ya estamos en nuestra casa / y nadie nos ha humillado / Mientras ellos van de pie / nosotros todos sentados”. Picó tanto que tuvo respuesta. El domingo siguiente, entre las fotos del Madrid-Zaragoza del Bernabéu, destaca la de esta otra pancarta: “Si pretendéis conseguir / lo que aquí hemos logrado / no podéis estar de pie /Tenéis que esperar sentados”.

Sin licencia Arias Navarro se opuso a la apertura y pidió derribar la tribuna del río Porterías Rodri y Pesudo creyeron que eran cuatro cm más altas

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ORGULLO. Aficionado­s atléticos con una pancarta el día del estreno.

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