AS (Levante)

Camela “Zidane, más que un entrenador es un compañero”

- A. MÉRIDA / G. POSE

Camela tiene un sitio en la historia de la música a golpe de músculo, metiendo goles a una industria que les ignoró mientras vendían millones de discos. Ángeles y Dioni vienen a Las Estaciones de Juan a contar la historia de una victoria imprevista.

¿Quién manda en Camela?

—Ángeles: La jefa soy yo, aunque cuando quiero que cantemos un tema le tengo que convencer a Dioni, que es el que manda, ja, ja.

—¿Y quién es más madridista?

—A: Te voy a decir la verdad. Cuando juega la Selección, soy la fan número uno, me pongo la camiseta, salto y todo lo demás. Pero la verdad es que no soy una gran aficionada al fútbol. Todos mis hermanos y mis amigos son del Real Madrid y por eso soy feliz cuando gana. El madridista es Dioni.

—¿Usted es de los que piensa que Morata jamás se tenía que haber ido del Madrid? —Dioni: No se tenía que haber ido. Pienso que también él tenía que haber aguantado un poco más, haber hecho un esfuerzo para quedarse. Mira ahora la falta que nos habría hecho. Las estadístic­as demuestran que Morata siempre ha tenido mayor porcentaje de goles por minuto jugado que Benzema. Pero estamos ante la mejor plantilla de hace muchos años. Hemos pasado un pequeño bache de principio de temporada.

—¿Hay que confiar siempre en Zidane?

—D: Me gusta Zidane, porque no le veo como entrenador sino como un compañero. Llega más a la persona que al jugador. Me lo imagino hablando con Lucas Vázquez y explicándo­le cómo tiene que subir la banda. Eso te lo está diciendo un compañero. A Zidane le veo así.

—Camela empezó casi cuando Raúl debutaba en el Madrid. Eran todos de San Cristóbal de los Ángeles. ¿Se conocían? —D: Y tanto. De hecho, nuestro primer disco de platino nos lo entregó él. —A: Íbamos al mismo colegio. Siempre estaba jugando al fútbol. Era ya muy conocido porque jugaba muy bien. Cuando hacían lo equipos todos querían ir con él porque su equipo ganaba siempre.

—D: Era muy vivo y estaba obsesionad­o con el balón. Recuerdo que después de comer en el colegio no nos dejaban jugar porque teníamos que guardar la digestión. Raúl siempre se escapaba al patio con el balón. Cuando él jugaba en el equipo de San Cristóbal había muchos que venían a ver los partidos no para ver al equipo sino para ver a ‘Raulillo’. Corría la banda y metía unos goles que flipabas.

—¿Qué tiene San Cristóbal para sacar tanto triunfador?

—A: Es un barrio humilde, obrero, muy pequeñito. Los Pecos vivían allí, enfrente nuestro. Y Aguilera y los Amaya. Antes nos conocíamos todos.

—D: Es un barrio que tiene algo. Tiene esa cosita de la luchadora y cuando sale un talento hay que tenerlo muy en cuenta porque tiene un mérito enorme por lo difícil que es todo. Nosotros éramos tres chicos que nos abrimos camino solos, sin apoyo ninguno, haciendo nuestras propias maquetas. Hasta que conseguimo­s publicar un disco y el boca a boca hizo el resto. Enseguida vendimos un millón de discos.

—Tiene mérito porque al principio su circuito se reducía a las gasolinera­s y mercadillo­s. —D: Lágrimas de amor nuestro primer disco lo editó una compañía chiquitita, independie­nte. En su circuito de ventas no entraban los grandes almacenes. Había gente que hablaba de nosotros de manera despectiva, pero había otros que reconocían el mérito de un grupo que empezando en los expositore­s de las gasolinera­s acabaran vendiendo tanto. Nosotros siempre tuvimos claro que lo importante era tener el apoyo y el cariño del público y seguir trabajando. Al principio notábamos cierto desprecio por parte de la industria discográfi­ca. Nadie nos quería entrevista­r, no querían saber nada de nosotros. No hacíamos promoción ninguna. Había mucha gente que hablaba mal de nosotros sin conocernos.

—A: Cuando se celebraban los premios de la música ni siquiera nos nominaban, pero eso sí nos llamaban para cantar, para animar la gala. Y ya habíamos vendido siete millones de copias. No lo podíamos entender. —D: En los últimos diez años los dos grupos españoles que más han vendido han sido La oreja de Van Gogh y nosotros.

—¿Pensaban que llegarían a tener tanto éxito?

—D: No. El primer año yo tenía una furgoneta y hacía mis portes y Ángeles trabajaba en una encuaderna­ción. No pensábamos dedicarnos a la música de manera profesiona­l. Hicimos una maqueta para nosotros, la familia y los amigos. Luego todo el mundo quería una.

—A: Íbamos a grabar a un estudio que tenía Félix, el que fue batería de los Pekenikes.

Me acuerdo que costaba seis mil pesetas la hora y no teníamos para pagarle. Él nos decía: “Tranquilos chicos, ya me pagaréis. Me gusta lo que hacéis. Seguir tocando.” Se portó fenomenal con nosotros.

—¿Cuándo se dan cuenta de que la cosa iba en serio?

—D: A partir del segundo disco. A la semana de salir ya habíamos vendido ciento cincuenta mil copias y cuando íbamos a dar un concierto con un aforo de dos mil personas se quedaban otras dos mil fuera. Nos pedían que hiciéramos doblete. Enseguida vimos que éramos una tendencia con un sonido muy personal que gustaba mucho. Hasta los grupos heavy hacían versiones de Camela. Lo nuestro es un fenómeno social.

—¿Quién les puso el nombre?

—D: Lo puse yo. Camela en gitano es querer, justo lo contrario de camelo, que es embaucar, engañar. Cuando Niña Pastori cantaba aquello de “tú me camelas” me gustaba porque yo desciendo de familia gitana

y me pareció un nombre para el grupo muy auténtico.

—El director de cine Juan Antonio Bayona fue el autor de vuestros primero videoclips. —A: Le conocimos a través de la discográfi­ca porque él trabajaba para ellos haciendo vídeos. Nos pusieron en contacto en el año 2000, hicimos un primer videoclip, a nosotros nos encantó trabajar con él y a Bayona le gustaba Camela. Lo que hacía él eran cortos. Tuvimos problemas porque nuestras canciones no duraban más de tres minutos y medio y Bayona hacía cortos de siete u ocho minutos. Tardábamos tres o cuatro días en rodarlos. La compañía tenía serios problemas para poder emitirlos en las cadenas por lo largos que eran. Todavía seguimos teniendo mucho contacto con él. Nos contó que le había propuesto hacer la segunda parte de Guerra Mundial Z y al final se ha decidido por una nueva entrega de Jurassic Park. Es muy buena gente, le pone mucho cariño a su trabajo.

—Tenéis muchos futbolista­s que son fans.

—A: Unos cuantos. Yo hay uno al que quiero especialme­nte y es David Villa. Es súper cercano y le tenemos ahí siempre. Le conocimos a través de las redes sociales y mantenemos mucho contacto. Pepe Reina es otro igual. Me gusta la gente que cuando le gusta algo lo dice y no lo esconde.

—¿Y qué tiene Camela para que nos camele tanto?

—A: No tenemos ningún secreto. Llevamos 24 años en la música y seguimos como el primer día. Seguimos llenando los conciertos y nos vienen a ver los niños y hasta sus abuelas. Y eso ha sido así siempre. Creamos un estilo propio musical.

—¿A uno de sus hijos lo entrenó el Mono Burgos?

—D: Mi hijo Christophe­r estuvo jugando en las categorías inferiores del Getafe y luego el

Mono le entrenó en Carabanche­l. Decía de él que era encantador, muy simpático, muy gracioso. Me acuerdo que llevaba a entrenar al chaval y me daba cuenta de lo cercano que era el

Mono tratando a todos los chicos. Era un cachondo. Estaban todos encantados con él.

—¿Han actuado en algún campo de fútbol que recuerden especialme­nte? —D: Nosotros llegamos a llenar el estadio de Santa Laura de Santiago de Chile. Y luego hemos estado en muchos. Tenemos la asignatura pendiente de tocar en el Bernabéu o el Calderón.

—Lo de Chile fue una locura. —A: Cuando fuimos por primera vez en 2001 pensábamos que íbamos a hacer promoción. Subimos a la terraza de una compañía de discos y cuando la gente se enteró de que estábamos allí, de pronto la calle estaba colapsada. Nos metieron en un furgón antidistur­bios. Nos dijeron que ningún artista español había llenado la calle de esa manera. El griterío era infernal, la gente se subía a los árboles. —D: Nos seguían los fans por todos los sitios, nos pusieron escolta y todo. Al día siguiente decían los medios: “El supuesto grupo desconocid­o Camela, colapsa el Paseo de la Ahumada de Santiago de Chile”. El caso es que allí pasó igual que aquí, que no sonábamos en ninguna emisora de radio, los medios no nos hacían caso pero por el boca a boca éramos súper famosos. Ahí están los vídeos que cualquier puede ver.

—¿Se sienten estrellas?

—A: No. Somos dos personas afortunada­s porque nos dedicamos a algo que nos encanta hacer. Vivir de algo que te gusta es un regalo de la vida. Nunca nos han dado un premio pero jamás nos ha faltado el mejor premio que es el apoyo del público.

—Es una situación singular.

—D: Jamás hemos dicho no a una entrevista, somos muy accesibles. Jamás nos hemos negado a hacer promoción. Siempre encantados de la vida. Cuando hablaban de nosotros despectiva­mente, no entendíamo­s por qué, cuando no nos conocían, ni siquiera nos habían llamado. Es verdad que en los últimos años las cosas han cambiado y se nos han abierto muchas puertas. Ahora nos tratan con mucho cariño. También es cierto que han cambiado muchos de los jefes de las discográfi­cas y los medios.

—Hay un juicio inapelable que es el de la gente.

—A: Si no hubiera sido por ellos, por nuestro público, a nosotros nos habrían hundido. Han tapado las cosas bonitas que nos han pasado.

—¿Cuáles han sido sus referencia­s?

—A: Yo he escuchado de todo. Me gusta mucho Phil Collins, Brian Adams. De Michael Jackson fue el primer disco que me compré. Ese artista nunca pasará de moda.

—D: Mi referente es más flamenco: Camarón, Paco de Lucía, los Chichos.

—¿Cómo vamos a ver a Camela los próximos meses?

—D: De gira, sin parar. Nosotros no nos detenemos ni en invierno. Seguiremos hasta que la gente quiera.

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