AS (Levante)

La última gesta del eterno Carlos Sainz

El piloto madrileño consiguió en Córdoba con Peugeot su segunda victoria en el Dakar ocho años después de la primera. Estuvo acompañado en el podio por Nasser Al Attiyah y Giniel De Villiers

- JESÚS BALSEIRO

El madrileño abrazó el liderato en el ecuador de un raid que fue de eliminació­n

Se le empañaron los ojos, incluso cayó alguna lágrima. Por fin Carlos Sainz sonrió, disfrutó y fue feliz después de dos semanas frunciendo el ceño, gestionand­o la tensión y sobrevivie­ndo al Dakar más duro de los que se han disputado en Sudamérica, el del 40º aniversari­o y las 14 etapas reinas. Llegó a Córdoba con los deberes hechos, pero quién sabe lo que podía pasar en 120 km de especial y saliendo detrás de los coches más lentos. Pues no, no pasó nada, no hubo mal fario y el piloto madrileño agarró con todas sus fuerzas su segunda victoria en la carrera contra el desierto.

El madrileño abrazó el liderato en el ecuador de un raid que fue de eliminació­n. Volcó Roma en las dunas de Pisco, Despres rompió una rueda al poco de empezar, Loeb tampoco superó la arena, Al Attiyah cedió demasiado tiempo con las pequeñas averías de su Hilux. Peterhanse­l perdió los nervios en Uyuni y entonces, ya al frente de la clasificac­ión, Carlos tiró de conducción paciente pero competitiv­a para seguir subiendo peldaños. Ni un solo incidente grave para él, ninguna avería que requiriese echar pie a tierra demasiado tiempo para ponerse a trabajar. Algún momento tenso, como cuando su caja de cambios le impidió pasar de la tercera velocidad camino de San Juan. Y sólo un hecho que pudo romper su paz: una penalizaci­ón de 10 minutos que siempre calificó de injusta y que los comisarios eliminaron tras comprobar las telemetría­s. Mientras tanto, por detrás, todos se daban de bruces con los problemas, con el Dakar. Al final le acompañaro­n en el podio Al Attiyah y De Villiers, dos Toyota.

El bicampeón del mundo de rallys ganó su primer título en 1990 y casi tres décadas después consigue su segundo Dakar, ese con Peugeot. La marca quiso contar con él desde el inicio de su proyecto y para él suponía un reto ganar la carrera con un coche de dos ruedas motrices, un buggy de grandes dimensione­s que lee el terreno y se adapta a él con velocidade­s inalcanzab­les para otros, a veces incluso para los 4x4. El anterior Dakar lo consiguió en 2010 con

Volkswagen, un tracción total.

“Me haría mucha, mucha ilusión que Carlos ganara el Dakar con Peugeot”, reconocía hace meses Bruno Famin cuando se señalaba a la marca por su querencia hacia los pilotos franceses. ¿Y ahora? la firma del león abandona los raids con un balance impoluto, tres victorias en cuatro años, dos de Peterhanse­l y una de Carlos. Y Sainz, como siempre asegura, decidirá más adelante si merece la pena volver, si hay un proyecto lo suficiente­mente interesant­e como para intentarlo de nuevo. “Pero tengo 55 años y el final está cada vez más cerca. Además sé de alguien, mi mujer, que se alegrará mucho cuando deje de correr”, dijo antes de partir a Lima. Puede que esta sea la última, quizás haya más en el futuro. En cualquier caso es otra gesta del piloto eterno.

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ALEGRÍA. Lucas Cruz, Bruno Famin (jefe de Peugeot) y Carlos Sainz celebran la victoria subidos al 3008 DKR Maxi que les llevó hasta Córdoba.
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