AS (Levante)

Oblak y poco más

Grizi marcó en el segundo 39 y el Atleti no tiró más ● El portero frenó al Málaga ● Homenaje a Cholito

- PATRICIA CAZÓN REPORTAJE GRÁFICO PEPE ANDRÉS, MARIANO POZO Y PACO RODRÍGUEZ

Alos cuarenta segundos, el nombre del Cholito ondeaba, rojiblanco, en La Rosaleda. Lo llevaba Griezmann en las manos. Era la celebració­n del 0-1, el gol en el primer balón del partido, el gol del Atleti: un balón de Saúl en la frontal que dio en Keko y quedó muerto para el más listo, y el más listo siempre es Griezmann. Toque sutil y balón a la red de Roberto. Entonces la carrera. Entonces buscar en el banquillo. Y alzar esa camiseta en honor a Cholito Barberá, directa al tercer anfiteatro. Allá donde ya le cuidan, seguro, Luis, Rivilla, el Pechuga y los demás.

En una jugada, el Atleti, con Filipe y su salida de balón, había pillado a contrapié a ese Málaga fortalecid­o con José González en defensa. Pero nada hace más pequeño que la pérdida de la confianza y el Málaga empezó cobijándos­e en el área de Roberto, como si sus guantes fuesen gruesos muros románicos, capaces de aguantar viento, mareas y despistes. En ataque eran chispazos, un cabezazo de Ideye tras centro de Rosales, ninguno amenaza real para un Atleti que vivía tranquilo en su 0-1.

Había marcado ya, en ese segundo 39, y ahora tocaba esperar a que acabara el partido. Iba y venía constante Vrsaljko por su banda, siempre con la bota dispuesta para un centro de gol. Pero toda jugada terminaba en una sola forma de ataque: el balón colgado. El más peligroso fue cuando Roberto salió a despejar y derribó a Giménez. Así inquietaba, así, sin más disparos a puerta. El 0-1 permitía sestear. Ayudaba la hora, tan de siesta. Y el rival, plano, un arañar sin uñas: sólo se plantaría otra vez más ante Oblak en la primera parte. Lo llevó Keko, se lo envió, fácil, a las manos. El Málaga seguía con la ternura de un croissant.

El reposo le dio a José González un cambio. Dejó en la ducha a Iturra, cuya pierna, ya con amarilla, estaba en todas las faltas. El Málaga salió en tromba, como si esos 45 minutos que le quedaban fueran su última oportunida­d de subirse a la Liga y dejar atrás el abismo, el negro, las fauces de Segunda. Adelantand­o líneas, acechó a un Atleti que se había quedado en la caseta. Todos menos uno. Su muro, su cimiento, su portero: todos los ataques se estamparon en sus manoplas. No descansan.

El más espectacul­ar sería el guante que sacó, a mano cambiada, ante un balón de Rosales a la escuadra. Regresó al suelo con la mano derecha encogida, con dolor. Pero pasó el golpe y pasó el miedo. Obi Oblak no se puede resfriar. Ahora sus guantes eran los muros. Y el Atleti vivía escondido en su área, con Giménez, e-nor-me, achicando balones, un gigante entre todas las cabezas, y Griezmann en todas partes, aquí y allá, con el mono de trabajo puesto sobre el esmoquin.

Se atemperó el Málaga pero continuarí­a el Atleti incapaz en el ataque, funambulis­ta experto en ese alambre, el 0-1. Simeone apostó por Thomas para tener más balón. Porque a todo esto Costa jugaba pero no le llegaba una pelota. Precipitó el final un golpe. El que se dieron Torres, que había entrado por Costa, y Lacen. Quedó inmóvil el último, en el suelo, en segundos eternos, y cuando la camilla se fue, entre aplausos, con él consciente, quedaban tres para el 90’. Esos, y el descuento (7’), el Málaga los jugaría frío, con uno menos, y el Atleti sólo con velocidad si corría Torres: el partido se había terminado en el segundo 39.

Cuando el árbitro pitó el final (sin dejar sacar una falta al Málaga), el hombre de negro enseguida abandonó el campo donde todo empezó hace seis años y que sigue casi igual. La grada blanquiazu­l, la visera, que los estadios de fútbol suelen ser lugares de tiempo detenido. Ellos, los de entonces, sin embargo, ya no son los mismos. Si aquel Atleti que cogió huía de las sombras, éste de hoy persigue firme al Barça. A seis durmió ayer. Va por ti, Cholito.

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 ??  ?? OTRO PARADÓN. A los cinco minutos de iniciarse el segundo tiempo, Rosales envió un balón a la escuadra de Oblak con intención de red. Pero el esloveno puso la mano, lo desbarató.
OTRO PARADÓN. A los cinco minutos de iniciarse el segundo tiempo, Rosales envió un balón a la escuadra de Oblak con intención de red. Pero el esloveno puso la mano, lo desbarató.

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