AS (Levante)

El Atleti luce su tridente

Se impuso cuando Simeone juntó a Gameiro, ‘Grizi’ y Costa Gigante Thomas El Athletic ni tiró a puerta

- PATRICIA CAZÓN

Con un tridente (Costa, Griezmann, Gameiro) y un pulmón (Thomas) el Atleti no se cansa de perseguir al Barça. Los del Cholo son la gota malaya y su plic, plic, plic incansable. El Athletic se estrenaba en el Wanda Metropolit­ano y se perdió en su hierba. Había levantado Ziganda una frontera de hombres para intentar sujetar ese tsunami que siempre es Griezmann. Pero sus leones fueron ayer gatitos.

Cómodament­e, el Atleti dominó desde el principio con su presión asfixiante y esa zancada pulveriza líneas de Thomas, ayer de exhibición. Retumbaba el himno a capella. Un sonido atronador que sesgó el árbitro en un gesto que no hizo: llevarse el silbato a la boca para pitar penalti en una caída de Costa, derribado por Núñez. Lo fue. Y claro. Pero otra jornada que pasa y esa casilla sigue en blanco para los rojiblanco­s. La de los penaltis a favor. Quedan tan lejos que de otra vida ya parecen.

Si al Athletic le sobraba la portería contraria, incapaz de llegar a ella, en el Atlético los focos se los pedían sus centrales, Giménez-Lucas, que habían sentado a Godín. La pareja del mañana ya es hoy. Con ellos no hay titubeos en la defensa por arriba, no hay lagunas por debajo. Sus piernas son ladrillos y contra ellas se estampa cada intento rival. Si Lucas es la fiabilidad total, Giménez a su lado prensa el cemento. En la primera parte todo lo que pasó en el partido sucedió a su alrededor. Lucas se llevaba el balón y los aplausos de la grada con una arrancada ante Lekue. Giménez casi le pone el goool en la boca, al lanzarse a golpear una volea como sólo él lo hace: con el alma, aunque golpee la pierna. Cruzó demasiado.

No chutaría ni una vez el Athletic a puerta pero la primera vez que Williams pisó el área de Oblak chocó bota con bota con Lucas. Acabaron ambos por los suelos, entre nubes de réflex y gestos de dolor. Godín se preparó para entrar, pero Lucas es cuña de su misma madera: se probó y se quedó, sin dejar de recibir golpazos. El partido era un Atlético-Athletic. Roces, contacto, jugadores por los suelos. Al Atleti, impecable ahogando la salida de balón del Athletic, le faltaba contundenc­ia para superar esa última línea de hombres de Ziganda. El Athletic, a lomos de un Williams luchador, regresó a la caseta sudoroso, pero sin heridas. Todas llegarían en la segunda parte.

En el reposo, los golpes pudieron con Lucas y el partido regresó con Godín. Todo seguía como antes del descanso, espeso, con más jugadores por el suelo que el balón. Griezmann intermiten­te, estaba muy lejos del área, el Athletic, un poco mejor. Simeone miró su banquillo: Gameiro por Koke. Era declaració­n de intencione­s. A por el partido iba. Lo cambió.

El volantazo lo dio Oblak con una maravilla con los pies. Sí. Se equivocó en una salida y resolvió con un par de regates que hipnotizar­on a Iturraspe y San José: cuando quisieron regresar al partido, Saúl les había robado un balón que Grizi regaló a Gameiro para el gol. Un instante les basta para encontrars­e. Simeone tenía lo que quería. Su 1-0. Ahora Gabi y que pasara el tiempo. Pero Gameiro quería más. Si en diciembre parecía desahuciad­o, en febrero ha recuperado el aire del Sevilla.

Con su entrada, Simeone tuvo eso que le faltaba. Contundenc­ia, punta de velocidad y que Costa y Griezmann terminaran de mezclar. Minutos después de que Godín despejara en el área como si hace quince días no le hubieran roto la cara, y tres dientes, encontró Gameiro a Costa con un pase estratosfé­rico allí donde el hispano-brasileño no perdona. Definió como el killer que es, 2-0 y una ovación de la grada. Era para Griezmann. Un aplauso de esos largos que abrazan. Se viven tiempos felices por el Metropolit­ano mientras, de fondo, sigue escuchándo­se eso. Plic, plic, plic.

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 ??  ?? LA SENTENCIA. La definición de Diego Costa en el 2-0 fue brutal. La mostró a un palo y lo marcó por el otro. La asistencia, un pase en profundida­d perfecto, se la dio Gameiro.
LA SENTENCIA. La definición de Diego Costa en el 2-0 fue brutal. La mostró a un palo y lo marcó por el otro. La asistencia, un pase en profundida­d perfecto, se la dio Gameiro.

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