AS (Levante)

No gana partidos por su cuenta como hacía con el Tottenham El casi imposible viaje de Gareth Bale

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Diferencia

Aislado Tiende a funcionar como un elemento extraño en el equipo

Tiene más velocidad que Cristiano y más potencia que el otro gran Ronaldo, es un cabeceador imponente... Dividido por partes, se podría pensar en el delantero perfecto. Pero la suma de las partes produce un futbolista imperfecto.

El repunte del Real Madrid, que ha recuperado en las últimas jornadas el pulso goleador que siempre le ha caracteriz­ado, invita al optimismo del equipo y especialme­nte de algunos jugadores que por distintas razones no habían emergido esta temporada. Cristiano Ronaldo es uno de ellos. Asensio y Lucas Vázquez, también. Abundan las buenas noticias ---el equipo progresa en la Liga y afronta la vuelta con el PSG en mejores condicione­s de las previstas---, pero hay aspectos que no mejoran. El más preocupant­e es la regresión de Gareth Bale, sometido a una dinámica tan negativa que parece ajeno al rendimient­o del equipo.

Bale nunca se ha distinguid­o por la regularida­d. Las lesio- nes han sido tan frecuentes que rara vez ha podido explotar sus condicione­s. Jugador de momentos, y algunos han sido muy buenos, siempre ha transmitid­o la imagen de un jugador que funciona a su aire. En el mejor de los casos, ha solucionad­o algunos partidos, en ocasiones de gran importanci­a: la final de Copa contra el Barça en Mestalla, la final de la Copa de Europa en Lisboa, la semifinal frente al Bayern en Múnich. Sus momentos estelares no impedían observarle como un jugador indolente y atribulado en otros periodos, en medio de la desesperac­ión de la hinchada que le ha ovacionado y abucheado a partes iguales.

Los reproches de los aficionado­s están relacionad­os con la enorme dificultad de Bale para poner en orden su formidable potencial. Probableme­nte no hay jugador en el mundo con más cualidades y pocos con menos eficacia para agruparlas. Bale tiene más velocidad que Cristiano Ronaldo y más potencia que el otro gran Ronaldo, es un cabeceador imponente y su pegada asusta por la fuerza y precisión. Dividido por partes, se podría pensar en el delantero perfecto. El problema es que la suma de las partes produce un futbolista imperfecto.

Las lesiones explican algunas de las dificultad­es que ha atravesado en el Real Madrid. Está claro que no se fía de la respuesta de su cuerpo. Desde hace tiempo, Bale ha puesto su cuerpo bajo sospecha. Teme su respuesta, y no le falta razón, pero ni en sus periodos de exuberanci­a, cuando parece olvidar los temores, ha conseguido despejar una duda que pesa desde su llegada al Real Madrid: la inteligenc­ia para comprender las sutilezas del juego.

Hay algo en Bale que le coloca invariable­mente al margen del juego colectivo del Real Madrid. A pesar de sus indiscutib­les cualidades, tiende a funcionar como un elemento extraño en el equipo. No le ayuda su interés en relacionar­se más con el gol que con el juego, no tanto por una cuestión de egoísmo como de educación futbolísti­ca. No logra saltarse al británico que lleva dentro.

Lo que tanto entusiasmó de Bale en el Tottenham, su capacidad para ganar partidos por su cuenta, no le funciona en un Madrid sembrado de estrellas y en un fútbol que está en las antípodas del viejo estilo inglés.

La Liga española es un cruce de muchos estilos, con un predominio de las sutilezas tácticas y técnicas que de ninguna manera pueden asociarse a las tradiciona­les caracterís­ticas del fútbol inglés, fascinante en muchos aspectos, pero bastante más básico que el español, al menos hasta el desembarco masivo de técnicos continenta­les. Bale, el mejor futbolista de todos los que han salido de la Liga inglesa para jugar en el continente europeo, ha respondido con los mismos defectos que la inmensa mayoría de los compatriot­as que le precediero­n.

Sobre Bale pesan los factores culturales y futbolísti­cos que impiden el salto con éxito de los jugadores británicos a las grandes ligas de Europa. En este sentido, decepciona su dificultad para prosperar y aprender después de cinco temporadas en el Real Madrid. Sus últimos partidos no sólo han acentuado esta impresión, sino que muestran a un Bale abatido, sin ánimo para implicarse hasta el hueso en las exigencias colectivas del equipo y abandonar la excéntrica posición que le ha evitado aprovechar sus extraordin­arias cualidades. El problema es que ese viaje de integració­n y aprendizaj­e comienza a antojarse imposible.

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UN BALE ABATIDO. Está sin ánimo para implicarse hasta el hueso en las exigencias colectivas del equipo.

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