AS (Levante)

¡¡¡La Décima!!!

Un millar de vikingos valientes vibraron en Belgrado con la nueva gesta de la tropa de Laso. El todopodero­so Fenerbahçe se rindió ante la leyenda hecha equipo: el Madrid.

- TOMÁS RONCERO

La leyenda. Cayó la Décima.

También en baloncesto. Belgrado, la cuna de varios de los mejores jugadores de la historia, y un ejército de hinchas turcos que se dejaron la garganta, fueron testigos de la hazaña de un equipo que no tiene límites. El Madrid

regresó a su trono. Con un añadido maravillos­o: desde Berlín’80 (en una final donde Rullán, Meister, Walter y Brabender se salieron) no habíamos levantado el trofeo lejos de España. Pero con estos jabatos eso de cruzar los Pirineos y regresar a casa con el tesoro de

Alejandro Magno es algo perfectame­nte factible. Diez Copas de Europa. Nadie tiene más (el

CSKA le sigue ya algo rezagado, con siete). Es la cultura que inculcan a estos jugadores desde que los fichan y se ponen la sagrada camiseta blanca por primera vez. Aquí no hay excusas. Los infortunio­s se remontan ganando. Una y otra vez. Sin desmayo. Hasta alcanzar el objetivo. La cumbre. La gloria, como rezaba el hashtag diseñado por la organizaci­ón de esta modernizad­a Euroliga. El Madrid, una vez más, está en lo más alto en el deporte de los gigantes. Qué gozada de partido, qué gozada de final. La Décima...

Defensaaaa­aaa. Y les aseguro que no fue nada sencillo. El Madrid de Pablo Laso sentó cátedra con una defensa que desarmó a los turcos, para desesperac­ión de ese genio de los banquillos llamado Zeljko Obradovic. Fue el triunfo de la ilusión, del compromiso, de la unidad. El colectivo venció en un partido donde las individual­idades quedaron en segundo plano. La defensa de jugadores como Causeur, Rudy, Reyes o Tavares resultó determinan­te. Sólo el italiano Nicolo Melli nos hacía daño con sus tiros exteriores, pero el Madrid jugaba con una serenidad que te da la experienci­a de saberse un equipo campeón. No olvidemos que en los últimos seis años este grupo forjado con el acero del orgullo ha jugado cuatro finales de la Euroliga. Y ha sido en el año más difícil, con Llull lesionado casi todo el curso,

Kuzmic KO desde el principio, con lo que costaba asumir que

Doncic se iba este verano a la

NBA y muchos cambios sobre la marcha que hicieron a muchos dudar sobre su clasificac­ión siquiera para la Final Four. Incluso, tras la paliza recibida en el primer partido del cruce de cuartos en Atenas ante el Panathinai­kos, les dieron por muertos. Error. Al Madrid no hay que darle por sentenciad­o jamás.

El capitán. El arreón final apretó el marcador, pero desde el último cuarto se vio claro que la corona no se escapaba. Enorme ver a Felipe Reyes levantando la Décima (con el Increíble Llull al lado). Con 38 años, el cordobés personific­a lo que este equipazo. Un capitán con mayúsculas. Y Laso armonizand­o tanto talento en beneficio de la colectivid­ad. Se merece un monumento en el Palacio de Goya. Un Madrid unido como una roca en torno al liderazgo de este vitoriano corajudo y ejemplar. Don Pablo. El Ferrándiz del Siglo XXI.

Historia viva. En la grada estaban dos leyendas vivas de esta sección. Clifford Luyk (6) y Emiliano (4). Entre ambos suman 10 Copas de Europa. Premonitor­io del final feliz que esperaba en el Stark Arena de Belgrado. Gloria eterna a este equipo. Gloria eterna al Madrid. Como también se gane en Kiev la Champions, será el primer club en la historia que consigue las dos Copas de Europa de fútbol y baloncesto en un mismo año. Lo dice la canción: ¡Reyes de Europa, somos los Reyes de Europa! La vida sigue siendo blanca y bella. Y que dure.

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