AS (Levante)

A LeBron no le caen los anillos

- JUAN JIMÉNEZ

Sweep, barrer, es la palabra que se usa en la jerga NBA para simbolizar una serie resuelta con 4-0. Sólo ha sucedido nueve veces en la historia y LeBron James, el dios de Akron, ha sufrido las dos últimas. En 2007, ante los

Spurs y este año ante los Warriors. LeBron es un jugador monstruoso. Destrozó todos los récords y jugó ocho finales seguidas, cifra alcanzada por jugadores de los Celtics de las décadas 50 y 60:

Ramsey (8), Heinsohn, Jones (9) y Russell (10). Pero esa inalcanzab­le cifra en el baloncesto moderno que le convierte en un jugador histórico contrasta con su estadístic­a en las finales: 3-6. Aún más para él, que lleva puesto el cartel de El

Elegido desde que Sports Illustrate­d se lo colgó en 2002. La comparació­n con Jordan, seis finales y seis ganadas, es injusta pero inevitable. Eso lo sabe LeBron, que en The Q admitió que se dejó llevar y se dañó la mano derecha de un manotazo en una de las pizarras del vestuario del Oracle. LeBron, eso dicen los expertos, dejará Cleveland este verano. A su casa volvió para ser leyenda, lo consiguió y le dio a la ciudad el primer título de su historia. A punto de cumplir 34 años y no se le caen los anillos, más bien le faltan. Buscará una estructura similar a la que le dio dos títulos en Miami. Los Warriors van para largo. Curry acaba de cumplir 30 años y

Durant, MVP de las finales por 7 votos a 4 contra el mismo Stephen, aún no los ha cumplido. Dos jugadores con magia y un ángel de la guarda,

Klay Thompson, que salvó del KO en el sexto partido de la serie en Houston. Aquella noche, y que nos perdone LeBron, la verdadera final.

“...LA COMPARACIÓ­N

CON JORDAN, SEIS

ANILLOS, ES INJUSTA

PERO INEVITABLE”

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