Cesarini por accidente
Bouhaddouz, en propia puerta, dio a Irán la victoria
Burbujas Marruecos comenzó con ímpetu pero se apagó muy pronto
AIos pocos segundos de terminar el Marruecos-Irán, Wikipedia había sentenciado ya a Aziz Bouhaddouz: “Más conocido por meterse un gol en contra en un Mundial”. El delantero había sustituido a El Kaabi, cuya inoperancia arriba explica también un nuevo día triste para el fútbol marroquí. 20 años después de aquel chasco en Francia 98, cuando Noruega ganó a Brasil y le dejó fuera de los octavos, el país norteafricano llora tras desperdiciar su mejor oportunidad de sumar para acercarse a la próxima fase... y perder además de la manera más cruel posible: con un gol en propia puerta y en el último suspiro.
Lo celebra Irán, lugar de bellezas ocultas que en Las Mil y una Noches se asomaron envueltas de leyenda y romanticismo, pero que en fútbol es todo lo contrario: un impecable y pragmático modelo de eficacia. Fiel al libreto del portugués Queiroz, que ha llevado a los persas a su segundo Mundial consecutivo, el equipo
Melli se defendió sin fisuras y aprovechó uno de sus zarpazos ofensivos, aunque el mérito final recaiga más bien en la impericia del enemigo.
Y eso que hubo valentía de inicio en Marruecos, que volvía al Mundial con un descaro que desafía a la lógica timidez de los recién llegados, o regresados. Hasta siete futbolistas por delante del balón, incluidos dos laterales conocidos en España: el madridista Achraf, que en su selección suele jugar por la izquierda, y Nordin Amrabat. Afincado en el área contraria, el del Leganés lideró por la derecha el ataque total con el que su equipo asedió a Irán en un comienzo efervescente. Pronto se le acabaron las burbujas a Marruecos, que se fue desordenando mientras Irán le tomaba la palabra y el peligro. Azmoun, movimientos de 9 caro, tuvo la mejor justo antes del descanso en una contra que no fue perfecta porque Munir abortó el mano a mano y luego el rechace.
Reanudó las hostilidades Amrabat tras volver del vestuario, pero el ímpetu duró incluso menos. El partido entró en una fase de letargo del que sólo lo sacó Ziyech con un chut ajustado al que Beiranvand opuso una estirada magnífica. Un chispazo que no descompuso a Irán ni animó a Marruecos, despistada como Amrabat, que por un feo golpe tuvo que ser sustituido. Todo conducía hacia el 0-0 cuando Bouhaddouz metió la cabeza donde no le llamaban, en una falta lateral botada por Irán, ya en el 95’. Como Cesarini, pero él no quería.