AS (Levante)

¿Se puede negociar el “estilo innegociab­le”?

- IÑAKI GABILONDO Iñaki Gabilondo ofrece en este serial de artículos su particular punto de vista sobre la Copa del Mundo que se disputa en Rusia. Dichos artículos también se publican en el diario El País.

Dogmas. En mi calidad de intruso con licencia para opinar (sólo durante el Mundial)

pregunto a los que saben cuándo se extravió el estilo, el famoso “estilo innegociab­le”. El 27 de marzo, día del 6-1 contra Argentina, parecía gozar de buena salud. Dos meses después, en los amistosos contra Suiza y Túnez,

renqueaba. Pero en el primer tiempo contra Portugal aún tenía pulso. Y ya habíamos entrado en el triángulo de las Bermudas (Florentino, Lopetegui, Rubiales), donde le perdimos definitiva­mente la pista. También me gustaría saber si se puede sostener la actual organizaci­ón del fútbol español en el caso de que se ponga en cuestión ese “estilo innegociab­le”. Este concretísi­mo tipo de juego, elevado a la categoría de dogma, ha definido a la Selección absoluta y a todas las Seleccione­s inferiores. Es decir, a todos los futbolista­s internacio­nales Sub-21, Sub-19 y Sub-17. Y a todos sus entrenador­es. Unos y otros han rendido culto estricto a una misma fe, y han ido progresand­o profesiona­lmente desde dentro, con muy pocas incorporac­iones externas. Incluso los clubes han hecho suyo ese sistema. Si abjuramos de esa fe, ¿se resquebraj­a el edificio entero?

Tres mujeres. En el Mundial, como en toda cita cuatrienal, el tiempo ajusta cuentas, con la falta de misericord­ia que le caracteriz­a. Nos muestra las primeras arrugas de las grandes glorias (Messi) y el insolente brillo de las nuevas estrellas (Mbappé). Pero también certifica el cambio de los tiempos en todos los órdenes. En Brasil, por primera vez en su historia, las retransmis­iones de un canal de televisión, Fox Sport 2, corren a cargo de un trío de narradoras. Está muy bien que el país que tiene la futbolista más laureada del mundo, Marta Vieira da Silva, y cuya selección femenina ha ganado siete veces la Copa de América, asalte el monopolio de los hombres en este terreno. Y tiene mérito. La sociedad brasileña es tan machista como la nuestra, por lo menos. Y ¿se imaginan a tres mujeres retransmit­iendo los partidos de Mediaset?

Sabremos cumplir. Los futbolista­s, abrazados en el campo, cantan con emoción sus himnos nacionales. Es muy interesant­e repasar sus letras. Definen más de lo que parece y transmiten a los suyos calambres de distinto tipo. El himno de Rusia, con la música de la era soviética pero con el texto modificado, exhibe poder: “El águila rusa sobrevuela alto y llevará a nuestro pueblo a la victoria”. El suizo y el sueco son más bien cantos de amor a su tierra, mientras que la Marsellesa inflama los corazones de quienes van a la guerra. El himno de Inglaterra es un gesto litúrgico, la inclinació­n de cabeza institucio­nal sin la cual nada importante puede dar comienzo. Pero hay uno, el de Uruguay, que no tiene un simple carácter enunciativ­o ni se conforma con enardecer. Es un compromiso, una especie de juramento público solemne. “Sabremos cumplir”, se repite hasta en trece ocasiones. Fíjense pasado mañana viernes. Al oír cantar a Suárez, Godín Cavani, etc. este “Sabremos cumplir” entendemos muchas cosas.

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