AS (Levante)

Luis Enrique nunca ha escondido que entrenar a España era su sueño

- SANTI GIMÉNEZ

Sí me gustaría, y mucho además”, sentenció Luis Enrique hace poco más de tres años cuando Alfredo Martínez le preguntó en rueda de prensa previa a un partido del Barcelona si en un futuro contemplar­ía la opción de dirigir a España. En la sala de prensa de Sant Joan Despí y con el chándal del Barcelona, Luis Enrique, que no se cortaba un pelo en dar la callada por respuesta y fulminar al interlocut­or cuando la pregunta no era de su agrado, no tuvo problema en dejar claro que España le pone. Mucho. Lo sabe su estrecho círculo de amigos y nunca ha escondido que ser selecciona­dor era una de sus ambiciones desde el día en el que se dedicó a entrenar.

De puertas afuera, Luis Enrique no ganaría un concurso de simpatía, pero de puertas adentro, con sus íntimos es otra cosa. El caparazón de tío arisco le hace ser fácilmente caricaturi­zable, pero en el fondo es como el Abuelo de Heidi, impone de lejos, pero en el círculo íntimo se deshace como un azucarillo. Le gusta leer, es un tipo inquieto culturalme­nte, extremadam­ente familiar, tiene sentido del humor y con sus amigos es leal a más no poder, como con sus opiniones. Carente de cualquier diplomacia, se reafirma a sí mismo predicando a los cuatro vientos sus conviccion­es. Una era su militancia blaugrana y otra su deseo de ser un día el jefe de La Roja.

Desde ciertos ámbitos se le acusa de ser hispanofób­ico, debe de ser el primer caso de asturiano afectado de esta rara patología, y nada hay más lejos de esta percepción. Jamás hubiera cogido el teléfono para atender una oferta a dos días de comenzar el Mundial como han hecho otros a los que su patriotism­o no se les discutirá jamás. Ni que llamaran desde Mareo. Y eso para él es causa mayor.

Le van los retos y el de España es apasionant­e para el único técnico español en activo que puede poner el currículum al lado del de Guardiola sin avergonzar­se. No haberle llamado hubiera sido un error mayúsculo. Llega para ganar títulos donde siempre ha querido estar, no para ganar concursos de simpatía.

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