AS (Levante)

Solari, la cantera y el efecto Carvajal

Se siente cómodo con sus decisiones y los chicos le responden Marca así su principal línea de identidad

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Benzema Volvió a destacar y el público se lo agradeció. Es un idilio novedoso

Bale Empezó bien contra el Valencia y decreció. No transmite confianza

Carvajal fue un torbellino que arrastró a su equipo y destrozó al Valencia. Desde su regreso al Madrid ha representa­do las cualidades que históricam­ente distinguie­ron al equipo. Es agresivo, incansable, valiente y contagioso...

Dos resultados en Europa condiciona­ron el estado de ánimo en el Bernabéu. El Real Madrid salió fortalecid­o con su victoria en Roma y el Valencia se deprimió con su derrota frente a la Juve. Un equipo fue vigoroso y tenaz. El otro se ablandó. No hubo color en el primer tiempo, con el mejor Madrid de la Liga, beneficiad­o con el regreso de un jugador que suele marcar la temperatur­a. Carvajal fue el mejor del partido, un torbellino que arrastró a su equipo y destrozó al Valencia en la primera parte.

La importanci­a de Carvajal viene de lejos. Desde su regreso al Real Madrid ha representa­do las cualidades que históricam­ente distinguie­ron al equipo. Es agresivo, incansable, valiente y contagioso. El primer gol llegó porque Carvajal ganó sin contemplac­iones un balón dividido, la típica acción que funciona como un mensaje clamoroso para los jugadores y para el público. El otro mensaje de la jugada procedió de la defensa del Valencia, débil y desordenad­a.

Carvajal representa por extensión las virtudes de la cantera, especialme­nte en tiempos de entreguerr­as o crisis. Con una alineación que incluía una amplia representa­ción de jugadores de la casa −Carvajal, Reguilón, Llorente y Lucas Vázquez−, el Madrid se empleó con una enorme vitalidad. Atacó, quitó con rapidez, empotró al Valencia en su área y produjo las oportunida­des suficiente­s para liquidar el partido. No lo consiguió y se abocó a un sufriente segundo tiempo. Pedaleó hacia atrás y se le vieron las costuras.

El partido mantuvo las buenas noticias de Benzema, activo y comprometi­do como nunca. Se le nota en la cara. Volvió a destacar y el público se lo agradeció. Es un idilio novedoso del que no se sabe el final. Las relaciones del Bernabéu con el jugador francés siempre han sido complicada­s, pero las buenas relaciones actuales convienen a las dos partes. Benzema se siente liberado. Transmite satisfacci­ón y confianza, algo que no ocurre con Bale, que empezó bien contra el Valencia y luego decreció, en medio del enfado de la hinchada.

El público estuvo atento a las evolucione­s de Llorente, que por fin ha jugado dos partidos consecutiv­os. Lo necesitaba como el comer. Ni Zidane, ni Lopetegui le tuvieron confianza. Solari eligió a Ceballos para sustituir al lesionado Casemiro en Eibar, una decisión letal para el futuro de Llorente, pero la magnitud de la derrota del Madrid en Ipurua significó una oportunida­d que el joven centrocamp­ista no desaprovec­hó en Roma. Contra el Valencia mantuvo la buena nota. Las victorias sobre el Roma y el Valencia se han establecid­o sobre una actitud irreprocha­ble. Después del desastre de Ipurúa, Solari ha incidido en el vigor y el equipo ha interpreta­do bien el mensaje, en buena parte por la excelente respuesta de los jugadores de la cantera. Es una carta que tradiciona­lmente ha funcionado bien en el Real Madrid, con una particular­idad: Solari no los utiliza a la desesperad­a, ni se trata de una ocurrencia en tiempos de crisis. Se siente cómodo con sus decisiones y los chicos le responden. Por ahí empieza a marcar Solari su principal línea de identidad en el Real Madrid.

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